Y así que hubo pasado el rey dio voces tras él, diciendo: Había avanzado tu siervo para batir más de cerca al enemigo; y como hubiese huido un hombre de los prisioneros, otro me lo trajo, y me dijo: Guarda a ese hombre; que si lo dejas escapar, tu vida responderá por la suya, o me pagarás un talento de plata.
Mas como yo agitado o turbado me volviese a un lado y a otro, el hombre desapareció de repente. Le respondió el rey de Israel: Tú mismo te has pronunciado la sentencia.
El cual dijo al rey: Esto dice el Señor: Por cuanto has dejado escapar de tus manos un hombre digno de muerte, tu vida pagará por la suya, y tu pueblo por el pueblo suyo.
Y se irritó contra él el varón de Dios, y dijo: Si hubieses tirado cinco o seis, o siete veces, hubieras herido a la Siria hasta exterminarla; mas ahora la vencerás por tres veces.
Mas ¿cómo estará ella quieta cuando el Señor le ha dado sus órdenes contra Ascalón y contra sus regiones marítimas, y le ha mandado que obre contra ellos?
Abrió el Señor su tesoro, y ha sacado de él los instrumentos de su indignación; pues va a ejecutar el Señor Dios de los ejércitos su obra contra la tierra de los caldeos.
vosotros entre tanto no paréis de perseguir a los enemigos, hiriendo siempre la retaguardia de los fugitivos, ni dejéis entrar a guarecerse en sus ciudades a los que el Señor Dios ha entregado en vuestras manos.
Ve, pues, ahora y destroza a Amalec, y arrasa cuanto tiene; no le perdones, ni codicies nada de sus bienes, sino mátalo todo, hombres y mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos.
Pero Saúl y el ejército perdonaron a Agag, y reservaron los mejores rebaños de ovejas y de vacas, y los carneros, y las mejores ropas, y en general todo lo bueno, y no lo quisieron destruir. Todo lo vil y despreciable, eso fue lo que destruyeron.