9 Toma en tu mano unas piedras grandes, y escóndelas en la bóveda que hay debajo de la pared de ladrillos, a la puerta del palacio del faraón, en Tafnis, a presencia de algunos judíos.
9 Toma con tu mano piedras grandes, y cúbrelas de barro en el enladrillado que está a la puerta de la casa de Faraón en Tafnes, a vista de los hombres de Judá;
9 «A la vista de toda la gente de Judá, toma unas piedras grandes y entiérralas debajo de las piedras del pavimento a la entrada del palacio del faraón aquí en Tafnes.
9 Toma unas piedras grandes y, a la vista de los judíos, mételas en el cemento de la plaza cuadrada que hay a la entrada del palacio de Faraón, en Tafnes.
9 Toma en tu mano piedras grandes, y entiérralas con argamasa en el pavimento que está a la puerta de la casa de Faraón, en Tafnes, a vista de los hombres de Judá,
9 'Toma en tu mano unas piedras grandes y escóndelas en el cemento del pavimento que hay a la entrada de la casa del Faraón en Tafnis en presencia de algunos judíos
A los habitantes los sacó fuera, y mandó que unos fuesen aserrados, haciendo pasar sobre otros narrias o carros con ruedas de hierro, y despedazarlos con cuchillos y arrojarlos en los hornos de ladrillos. Así trató a todas las ciudades de los amonitas. En seguida volvió David con todo su ejército a Jerusalén .
y les hacían pasar una vida muy amarga con las duras fatigas de hacer barro o argamasa y ladrillo, y con toda suerte de servidumbre con que los oprimían en las labores del campo.
Y les dirás a éstos: Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: He aquí que enviaré a llamar a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo; y colocaré su trono sobre estas piedras que he escondido, y asentará su solio sobre ellas.
Esto dice el Señor: He aquí que yo entregaré al faraón Efre, o Vafres, rey de Egipto, en poder de sus enemigos, en manos de aquellos que buscan su perdición, así como entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, enemigo suyo, que buscaba cómo perderlo.
El cual, viniendo a visitarnos, cogió el ceñidor de Pablo, y atándose con él los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre cuyo es este ceñidor, y entregarle han en manos de los gentiles.
Aquí un ángel robusto alzó una piedra como una gran rueda de molino, y la arrojó en el mar, diciendo: Con tal ímpetu será precipitada Babilonia, la ciudad grande, y ya no aparecerá más.