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Jeremías 36:26 - Biblia Torres Amat 1825

26 Antes bien mandó a Jeremiel, hijo de Amelec, y a Saraías, hijo de Ezriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, que prendiesen a Baruc, el amanuense o secretario, y al profeta Jeremías; pero el Señor los ocultó.

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Biblia Reina Valera 1960

26 También mandó el rey a Jerameel hijo de Hamelec, a Seraías hijo de Azriel y a Selemías hijo de Abdeel, para que prendiesen a Baruc el escribiente y al profeta Jeremías; pero Jehová los escondió.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

26 Entonces el rey mandó a su hijo Jerameel, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, para que arrestaran a Baruc y a Jeremías; pero el Señor los había escondido.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

26 En seguida, el rey ordenó a Jeramiel, a Seraías y a Selemías que tomaran preso al secretario Baruc y al profeta Jeremías, pero Yavé los ocultó.

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La Biblia Textual 3a Edicion

26 Y el rey envió a Jerameel ben Hamelec, a Seraías ben Azriel y a Selemías ben Abdeel, para que apresaran a Baruc el escriba y al profeta Jeremías, pero YHVH los escondió.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

26 sino que el rey ordenó a Yerajmeel, hijo del rey; a Serayas, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdel, que prendieran a Baruc, el secretario, y a Jeremías, el profeta; pero Yahveh los escondió.

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Jeremías 36:26
34 Referans Kwoze  

Sal de aquí, y encamínate hacia el oriente, y escóndete en el arroyo de Carit, que está enfrente del Jordán.


Anda y vete a Sarepta, ciudad de los sidonios, y fija en ella tu morada; porque yo tengo allí dispuesto que una mujer viuda te sustente.


pues cuando Jezabel hacía matar a los profetas del Señor, recogió él cien profetas, y los escondió en cuevas, cincuenta en una cueva y cincuenta en otra; y los proveyó de pan y agua).


A lo que respondió él: Me abraso de celo por ti, ¡oh Señor Dios de los ejércitos!, porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza, han destruido tus altares, han pasado a cuchillo tus profetas; he quedado yo solo, y me buscan para quitarme la vida.


Abrasarme de celo, respondió él, por el Señor Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y pasado a cuchillo a tus profetas; he quedado solamente yo, y me buscan para quitarme la vida.


Pero el rey de Israel dijo: Prended a Miqueas, y esté bajo la custodia de Amón, gobernador de la ciudad, y de Joás, hijo de Amelec;


Bien que Josabá, hija del rey Joram, hermana de Ocozías, sacando a Joás, hijo de Ocozías, de en medio de los demás hijos del rey, al tiempo que los iban matando, lo robó, sacándole del dormitorio con su ama de leche, y lo escondió de la furia de Atalía para que no fuese muerto.


y les diréis: Esto manda el rey: Metedlo en la cárcel, y dadle un pedazo de pan y un poquito de agua, hasta mi feliz regreso.


Guardaos de tocar a mis ungidos; no maltratéis a mis profetas.


El Señor te guardará en todos los pasos de tu vida, desde ahora y para siempre.


El es quien me tuvo escondido en su Tabernáculo; en los días aciagos me puso a cubierto en lo más recóndito de su pabellón.


Tú eres mi asilo en la tribulación que me tiene cercado: Tú, oh alegría mía, líbrame de los que me tienen rodeado.


No destruyas a tu siervo. Ten piedad de mí. ¡Dios mío!, apiádate de mí; ya que mi alma tiene puesta en ti su confianza. A la sombra de tus alas esperaré, hasta que pase la iniquidad.


Tú me has defendido de la conspiración de los malignos, del tropel de los que obran la iniquidad.


El que se acoge al asilo del Altísimo, descansará siempre bajo la protección del Dios del cielo.


Porque he aquí que saldrá el Señor de su celestial morada a castigar las maldades que el habitante de la tierra ha cometido contra él; y la tierra pondrá de manifiesto la sangre que ha bebido, y no ocultará más tiempo a los justos, que en ella fueron muertos.


Los cuales te harán guerra; mas no prevalecerán: pues contigo estoy yo, dice el Señor, para librarte.


En vano castigué a vuestros hijos; ellos no hicieron caso de la corrección; antes bien vuestra espada acabó con vuestros profetas; como león destrozador,


El auxilio, pues, de Ahicam, hijo de Safán, protegió a Jeremías, para que no fuese entregado en manos del pueblo y le matasen.


Entonces los príncipes dijeron a Baruc: Ve y escóndete tú, y Jeremías, y nadie sepa en dónde estáis.


Y le dio Jeremías a Baruc esta orden, diciendo: Yo estoy encerrado y no puedo ir a la casa del Señor.


Cogieron, pues, a Jeremías, y lo metieron en la cisterna de Melquías, hijo de Amelec, situada en el atrio de la cárcel; y por medio de sogas descolgaron a Jeremías en la cisterna, donde no había agua, sino lodo; así pues, Jeremías quedó hundido en el cieno.


Pero los sacerdotes y fariseos tenían ya dada orden de que, si alguno supiese dónde Jesús estaba, le denunciase para hacerle prender.


Oyeron los fariseos estas conversaciones que el pueblo tenía acerca de él: y así ellos, como los príncipes de los sacerdotes, despacharon ministros para prenderle.


Estas cosas las dijo Jesús enseñando en el templo, en el atrio del tesoro; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.


Al oír esto, cogieron piedras para tirárselas. Mas Jesús se escondió, y salió del templo.


Entonces Pedro vuelto en sí, dijo: Ahora sí que conozco que el Señor verdaderamente ha enviado a su ángel y me ha librado de las manos de Herodes y de la expectación de todo el pueblo judaico.


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