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Jeremías 12:12 - Biblia Torres Amat 1825

12 Por todos los caminos del desierto han venido los salteadores; porque la espada del Señor ha de atravesar destrozando de un cabo a otro de la tierra, no habrá paz para ningún viviente.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

12 Sobre todas las alturas del desierto vinieron destruidores; porque la espada de Jehová devorará desde un extremo de la tierra hasta el otro; no habrá paz para ninguna carne.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

12 Se pueden ver ejércitos destructores en todas las cumbres desiertas de las colinas. La espada del Señor devora a la gente de un extremo al otro de la nación. ¡Nadie escapará!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

12 Los saqueadores han subido a todas las alturas peladas del desierto, pues Yavé tiene una espada que devora de un extremo al otro del país y nadie se salvará.

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La Biblia Textual 3a Edicion

12 Los asoladores han venido, Se ven sobre todas las alturas del desierto, Porque la espada de YHVH devora, Desde el uno hasta el otro extremo de la tierra, Y no hay paz para ninguna carne.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

12 A todas las crestas del desierto llegaron saqueadores, pues Yahveh tiene una espada que devora de un extremo a otro del país sin dejar en paz a nadie.

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Jeremías 12:12
31 Referans Kwoze  

Y caerán con éstos a tierra los unicornios y los toros con los poderosos; la tierra se embriagará de la sangre de ellos, y de la grasa de los cuerpos sus campiñas.


No hay paz para los impíos, dice el Señor Dios.


Que si te dicen: ¿A dónde iremos?, les responderás: Esto dice el Señor: El que está destinado a morir de peste, vaya a morir; el que a perecer al filo de la espada, a la espada; el que de hambre, muera de hambre; el que está destinado a ser esclavo, vaya al cautiverio.


Porque esto dice el Señor: No entrarás tú en la casa del convite mortuorio, y no vayas a dar el pésame, ni a consolar; porque yo, dice el Señor, he desterrado de este pueblo mi paz, mi misericordia y mis piedades.


Y toda esta tierra quedará hecha una soledad espantosa; y todas estas gentes servirán al rey de Babilonia por espacio de setenta años.


Alza tus ojos a los collados, y mira si hay lugar donde no te hayas prostituido; te sentabas en medio de los caminos, aguardando a los caminantes para entregarte a ellos, como para robar se pone el ladrón en sitio solitario, y contaminaste la tierra con tus fornicaciones y tus maldades.


Clamores se han oído en los caminos, llantos, alaridos de los hijos de Israel, por haber procedido infielmente, olvidados del Señor su Dios.


Así habla el Señor: Algún día diréis: Oído hemos voces de terror y espanto, y no de paz.


Por lo cual esto dice el Señor: Vosotros no me habéis querido escuchar, asegurando cada uno la libertad a su hermano y a su prójimo; pues he aquí que yo promulgo para vosotros la libertad, dice el Señor, para separaros de mí, y quedar a merced de la espada, de la peste y del hambre, y os enviaré desparramados por todos los reinos de la tierra.


Pero he aquí lo que dice el Señor: Toda la tierra de Judá quedará desierta, mas no acabaré de arruinarla del todo.


Mas aquel día será el día del Señor Dios de los ejércitos, día de venganza en que hará pagar la pena a sus enemigos; la espada devorará y se hartará de matar, y se embriagará con la sangre de ellos; porque he aquí que la víctima del Señor Dios de los ejércitos estará en la tierra septentrional de junto al río Eufrates.


¡Oh espada del Señor!, ¿no descansarás tú nunca? Entrate otra vez en tu vaina, mitiga ese ardor, y estáte queda.


No hay ya alegría en Moab; han formado malignos proyectos contra Hesebón: Venid, exterminémosla de en medio de la nación. Y tú, ¡oh Madmen!, ciudad silenciosa, no chistarás; y la espada te irá siguiendo.


Aguardando estamos la paz, y este bien no viene; que llegue el tiempo de nuestro remedio, y sólo vemos terror y espanto.


Desterrada está de mi alma la paz o abundancia; no sé ya lo que es felicidad.


O si enviare yo contra aquella tierra la espada, y dijere a la espada: Recorre ese país; y matare yo allí personas y bestias,


Y tú, ¡oh hijo de hombre!, profetiza y di: Esto dice el Señor Dios acerca de los hijos de Amón, y de sus insultos contra Israel; y dirás tú: ¡Espada, espada!, sal de la vaina para degollar; afílate para dar la muerte y relumbrar,


Y por cuanto he de matar en ti al justo y al impío, por eso saldrá mi espada de su vaina contra todo hombre, desde el mediodía hasta el septentrión,


Y me habló el Señor diciendo:


Profetiza, ¡oh hijo de hombre!, y di: Esto dice el Señor Dios: La espada, la espada está aguzada y bruñida.


Una tercera parte la quemarás al fuego en medio de la ciudad, concluidos que estén los días del sitio; y cogiendo otra tercera parte la cortarás con cuchillo alrededor de la ciudad; y la otra tercera parte la esparcirás al viento; y en seguida desenvainaré yo la espada en seguimiento de ellos.


Y a vosotros os dispersaré por entre las naciones, y desenvainaré mi espada en pos de vosotros, y quedará desierto vuestra tierra, y arruinadas vuestras ciudades.


Y cuando sean llevados al cautiverio delante de sus enemigos, allí a mi orden los matará la espada; y fijaré mis ojos sobre ellos, pero para daño suyo, y no para su bien.


Vosotros, oh etíopes, caeréis también bajo el filo de mi espada.


Embriagaré de sangre suya mis saetas, de la sangre de los muertos y de los prisioneros, que a manera de esclavos van con la cabeza rapada; en sus carnes cebarse ha mi espada.


Abierto que hubo el sello tercero, oí al tercer animal, que decía: Ven, y verás. Y vi un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en su mano.


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