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Isaías 22:4 - Biblia Torres Amat 1825

4 porque día es este de mortandad, y de devastación, y de gemidos, prefijado por el Señor Dios de los ejércitos para el valle de la Visión; él va socavando en busca de los cimientos de la muralla, y hace ostensión de su gloria sobre el monte.

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Biblia Reina Valera 1960

4 Por esto dije: Dejadme, lloraré amargamente; no os afanéis por consolarme de la destrucción de la hija de mi pueblo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 Por eso dije: «Déjenme a solas para llorar; no intenten consolarme. Déjenme llorar por mi pueblo mientras presencio su destrucción».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 Por eso digo: 'Apártense de mí para que pueda llorar amargamente. No traten de consolarme por el desastre de la hija de mi pueblo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 Por eso digo: Apartad la mirada de mí, Expresaré mi amargura con llanto. No os afanéis en consolarme por la destrucción de la hija de mi pueblo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Por eso digo: 'No me miréis, lloraré amargamente; no porfiéis en consolarme por la ruina de la hija de mi pueblo'.

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Isaías 22:4
20 Referans Kwoze  

Habiendo sabido esto Mardoqueo, rasgó sus vestidos, y se vistió de un saco o cilicio, esparciendo ceniza sobre su cabeza; y en medio de la plaza de la ciudad clamaba en alta voz, manifestando la amargura de su corazón;


En el día de mi tribulación acudí solícito a Dios, levanté por la noche mis manos hacia él, y no quedé burlado. Se había negado mi alma a todo consuelo:


Hesebón y Eléale darán grandes gritos; hasta en Jasa se ha oído la voz de ellos; a vista de este espectáculo aullarán los mismos guerreros de Moab; el alma de cada uno de ellos lamentará su propia suerte.


Desiertos están los caminos, ni un caminante se ve por las sendas; ha roto el enemigo la alianza, ha arruinado las ciudades, en nada estima a los hombres.


Que si no obedeciereis en esto, llorará mi alma en secreto, al ver vuestra soberbia; llorará amargamente, y mis ojos derramarán arroyos de lágrimas, por haber sido cautivada la grey del Señor.


Porque esto dice el Señor: Se han oído más allá en lo alto voces de lamentos, de luto y de gemidos, y son de Raquel, que llora sus hijos, y no quiere admitir consuelo en orden a la muerte de ellos, visto que ya no existen.


¡Ay!, mis entrañas, las entrañas mías se han conmovido de dolor y congoja; todos los interiores afectos de mi corazón están en desorden; no puedo callar cuando ha oído ya mi alma el sonido de la trompeta, el grito de la batalla.


¡Oh Jerusalén , hija del pueblo mío!, vístete de cilicio, cúbrete de ceniza; llora con amargo llanto, como se llora en la muerte de un hijo único; porque el exterminador caerá súbitamente sobre nosotros.


Mi dolor es sobre todo dolor: Lleno de angustia está mi corazón.


¿Quién dará agua a mi cabeza, y hará de mis ojos dos fuentes de lágrimas para llorar día y noche la muerte que se ha dado a tantos moradores de la hija de mi pueblo, o de Jerusalén ?


y comiencen luego los lamentos sobre nosotros; derramen lágrimas nuestros ojos, y desháganse en agua nuestros párpados;


Se cegaron mis ojos de tanto llorar; se estremecieron mis entrañas, se derramó en tierra mi corazón al ver el quebranto de la hija del pueblo mío, cuando los pequeñuelos y niños de pecho desfallecían de hambre en las plazas de la ciudad.


Yo la di a afilar para tenerla a la mano; aguzada ha sido esta espada, acicalada ha sido ella para que la empuñe el matador.


y se raparán por tu causa sus cabezas, y se vestirán de cilicio, y te llorarán en la angustia de su corazón con lágrimas amarguísimas.


Por este motivo yo suplicaré y prorrumpiré en alaridos; andaré despojado y desnudo, y aullaré como los dragones, y daré gritos lastimeros como los avestruces.


Hasta en Ramá se oyeron las voces, muchos lloros y alaridos: Es Raquel que llora sus hijos, sin querer consolarse porque ya no existen.


Con lo que se acordó Pedro de lo que Jesús le había dicho: Antes que cantar el gallo renegarás de mí tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.


conforme nos lo tienen referidos aquellos mismos que desde su principio han sido testigos de vista y ministros de la palabra,


Al llegar cerca de Jerusalén , poniéndose a mirar esta ciudad, derramó lágrimas sobre ella, diciendo:


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