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Génesis 44:18 - Biblia Torres Amat 1825

18 Entonces Judá, acercándose más a José, dijo alentadamente: Permite, ¡oh señor mío!, que tu siervo hable una palabra en tus oídos, y no te enojes contra tu esclavo, porque tú eres después del faraón.

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Biblia Reina Valera 1960

18 Entonces Judá se acercó a él, y dijo: Ay, señor mío, te ruego que permitas que hable tu siervo una palabra en oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues tú eres como Faraón.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

18 Entonces Judá dio un paso adelante y dijo: —Por favor, mi señor, permita que su siervo le hable tan solo unas palabras. Le ruego que no se enoje conmigo, a pesar de ser usted tan poderoso como el faraón mismo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 Entonces se adelantó Judá y le dijo: 'Permite, señor mío, que pueda tu siervo decirte algunas palabras sin que te enojes contra mí, aunque tú eres como Faraón.

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 Entonces Judá se acercó a él, y dijo: ¡Ay, señor mío! Te ruego que hable tu siervo una palabra a oídos de mi señor, y no se encienda tu ira contra tu siervo, porque tú eres como el mismo Faraón.

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Génesis 44:18
19 Referans Kwoze  

Te suplico, Señor, le dijo, que no te enojes si prosigo hablando: ¿Y qué, si se hallaren allí treinta? Respondió: No lo haré, si hallare allí los treinta.


Te ruego, Señor, prosiguió, no te irrites, si aún hablare esta sola vez: ¿Y si se hallaren allí diez? A lo que respondió: No la destruiré por amor de los diez.


porque les dijo: Oíd lo que he soñado.


Parecíame que estábamos atando gavillas en el campo, y como que mi gavilla se alzaba, y se tenía derecha, y que vuestras gavillas, puestas alrededor adoraban la mía.


Respondieron sus hermanos: Pues qué, ¿has de ser tú nuestro rey?, ¿o hemos de estar sujetos nosotros a tu dominio? Así, pues, la materia de estos sueños y coloquios, fue fomento de la envidia y del odio.


Tú tendrás el gobierno de mi casa, y al imperio de tu voz, obedecerá el pueblo todo; no tendré yo sobre ti más precedencia que la del solio real.


Dijo aún más el rey a José: Yo soy faraón; sin tu orden ninguno ha de mover pie ni mano en toda la tierra de Egipto.


Respondió José: Líbreme Dios de hacer tal cosa; el que robó mi copa, ése sea mi esclavo; mas vosotros id libres a vuestro padre.


Dijo entonces la mujer: Permita mi rey y señor que esta sierva le hable una palabra. Habla, respondió el rey.


La cual lo rehusó, y por más que los eunucos le hicieron presente la orden del rey, no quiso comparecer. Por lo que indignado el rey, y ardiendo todo en saña,


Atiende, oh Job, y escúchame, y calla mientras yo hablo;


¿Hasta cuándo, Señor, durará tu implacable enojo? ¿Hasta cuándo arderá como fuego ese tu celo?


No se enoje mi Señor, respondió Aarón, tú conoces bien a este pueblo, y sabes cuán inclinado es al mal.


Como el rugido del león, tal es la ira del rey; mas su rostro placentero es cual rocío que desciende sobre la hierba.


Ahora, pues, si estáis dispuestos a obedecer, al punto que oigáis el sonido de la trompeta, de la flauta, del arpa, de la zampoña, y del salterio, y de la sinfonía, y de todo género de instrumentos músicos, postraos, y adorad la estatua que yo he hecho; pero si no la adoráis, al instante seréis arrojados en el horno ardiente de fuego. ¿Y cuál es el dios que os librará de mi mano?


y por la grandeza que le concedió, le respetaban, y temblaban en su presencia todos los pueblos, tribus y lenguas; él hacía morir a aquellos que quería, y castigaba a quien le daba la gana; a los que quería ensalzaba, y a los que quería abatía.


Ni el Padre juzga visiblemente a nadie; sino que todo el poder de juzgar lo dio al Hijo,


Hermanos míos, permitidme que os diga con toda libertad, y sin el menor recelo: el patriarca David muerto está, y fue sepultado, y su sepulcro se conserva entre nosotros hasta el día de hoy;


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