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Eclesiastés 3:7 - Biblia Torres Amat 1825

7 Tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

7 tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Un tiempo para rasgar y un tiempo para remendar. Un tiempo para callar y un tiempo para hablar.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 tiempo para rasgar y tiempo para coser; tiempo para callarse y tiempo para hablar;'

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Tiempo de romper y tiempo de coser, Tiempo de callar y tiempo de hablar,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Hay tiempo de rasgar y tiempo de coser. Hay tiempo de callar y tiempo de hablar.

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Eclesiastés 3:7
32 Referans Kwoze  

Vuelto Rubén a la cisterna, no halló al muchacho;


Y rasgándose los vestidos, se vistió de cilicio, llorando por mucho tiempo a su hijo.


Entonces Judá, acercándose más a José, dijo alentadamente: Permite, ¡oh señor mío!, que tu siervo hable una palabra en tus oídos, y no te enojes contra tu esclavo, porque tú eres después del faraón.


Porque yo no puedo volver a mi padre sin el muchacho, por no presenciar la extrema aflicción que ha de acabar con él.


Al punto David asió sus vestidos, y los rasgó, haciendo lo mismo cuantos le acompañaban.


David dijo a Joab y a todo el pueblo que estaba con él: Rasgad vuestros vestidos, y vestíos de sacos, y haced duelo en los funerales de Abner. El mismo rey David iba siguiendo el féretro.


Mas así que Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos, cubrió su carne con un cilicio, ayunó, y durmió envuelto en el saco de penitencia, y andaba cabizbajo o humillado.


A todo esto calló el pueblo, y no le respondió palabra; pues habían tenido orden del rey de no dar ninguna respuesta.


Leído que hubo la carta el rey de Israel, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo por ventura Dios, que pueda quitar y dar la vida, para que éste me envíe a decir que yo cure a un hombre de la lepra? Reparad, y veréis cómo anda buscando pretextos contra mí.


Oído esto, rasgó el rey sus vestidos, y prosiguió andando por la muralla; y vio todo el pueblo el cilicio o saco que llevaba vestido a raíz de sus carnes.


Porque así yo como mi nación estamos condenados a la ruina, al degüello, al exterminio. Ojalá que al menos fuésemos vendidos por esclavos y esclavas; el mal sería tolerable, y me contentaría con gemir en silencio; mas ahora tenemos por enemigo un hombre, cuya crueldad redunda contra el rey.


y estuvieron con él sentados en el suelo siete días y siete noches, sin hablarle palabra, al ver que su dolor era tan vehemente.


Enmudecí y me humillé, y me abstuve de responder aun cosas buenas; con lo cual se aumentó mi dolor.


Tiempo de ganar tiempo y tiempo de perder; tiempo de conservar y tiempo de arrojar.


Y en seguida Eliacim, hijo de Helcías, mayordomo mayor del palacio, y Sobna, doctor de la ley, y Joahe, hijo de Asaf, canciller, rasgados sus vestidos, volvieron a Ezequías y le refirieron las palabras de Rabsaces.


Y así ni el rey, ni ninguno de sus cortesanos que oyeron todas estas palabras o amenazas, temieron por esto, ni rasgaron sus vestiduras en señal de dolor.


¿Por qué nos estamos aquí quietos?, dirán ellos, juntémonos y entremos en la ciudad fuerte, y estémonos allí callando; puesto que el Señor Dios nuestro nos ha condenado al silencio, y nos ha dado a beber agua de hiel por haber pecado contra el Señor.


Se estará quieto y callado, porque ha tomado sobre sí el yugo.


Y rasgad vuestros corazones, y no vuestros vestidos; y convertíos al Señor Dios vuestro, puesto que el Señor es benigno y misericordioso, y paciente, y de mucha clemencia, e inclinado a suspender el castigo.


Por este motivo el prudente callará en aquel tiempo, porque es tiempo aciago.


Y en aquel día darán un estallido los quicios del templo, dice el Señor Dios, serán muchos los que perezcan; y reinará por todas partes el silencio de la muerte.


No confíes en el amigo; ni os fíes del que gobierna. No descubras los secretos de tu corazón a la que duerme contigo.


porque nosotros no podemos menos de hablar lo que hemos visto y oído.


Se puso luego Pedro en camino con ellos. Llegado que fue, le condujeron al aposento alto, y se halló rodeado de todas las viudas, que llorando le mostraban las túnicas y los vestidos que Dorcas les hacía.


Le respondió Saúl: Nos hizo saber que habían aparecido las burras. Mas no le descubrió nada de lo que Samuel le había dicho acerca del reino.


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