Daniel 8:7 - Biblia Torres Amat 18257 Y al llegar cerca del carnero, lo atacó furiosamente, y le hirió, y le rompió ambas astas, y no podía el carnero resistirle; y después de haberlo echado por tierra, lo pisoteó, sin que nadie pudiese librar de su poder al carnero. Gade chapit laPlis vèsyonBiblia Reina Valera 19607 Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librase al carnero de su poder. Gade chapit laBiblia Nueva Traducción Viviente7 El chivo atacó con violencia al carnero y le dio un golpe que le quebró ambos cuernos. El carnero quedó indefenso y el chivo lo derribó y lo pisoteó. Nadie pudo rescatar al carnero del poder del chivo. Gade chapit laBiblia Católica (Latinoamericana)7 Vi como embestía al carnero: lo golpeó furiosamente y le quebró ambos cuernos sin que el carnero opusiera resistencia. Lo tiró al suelo, lo pisoteó y nadie pudo librar al carnero de sus manos. Gade chapit laLa Biblia Textual 3a Edicion7 Y lo vi llegar junto al carnero encendido en cólera, e hirió al carnero y rompió sus dos cuernos, y el carnero no tuvo fuerzas para pararse delante de él. Lo derribó, pues, en tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librara al carnero de su poder. Gade chapit laBiblia Serafín de Ausejo 19757 Vi que se acercó al carnero enfurecido contra él. Le embistió y le rompió los dos cuernos sin que el carnero tuviera fuerza para resistirle, lo arrojó en tierra, lo pisoteó y no hubo nadie que librara al carnero de aquel ataque. Gade chapit la |
Después de esto estuve yo contemplando la visión nocturna; cuando he aquí que apareció una cuarta bestia terrible y prodigiosa, y extraordinariamente fuerte; la cual tenía grandes dientes de hierro, comía y despedazaba, y lo que le sobraba, lo hollaba con los pies; mas no se parecía a las otras bestias que antes había yo visto, y tenía diez astas.
Entonces los de Hai que iban persiguiendo a Josué, volviendo la cabeza y viendo el humo de la ciudad que subía hasta el cielo, no tuvieron arbitrio para escapar por ningún lado; sobre todo cuando los que aparentaron huir y encaminarse hacia el desierto, atacaron con el mayor denuedo a los que los iban persiguiendo.