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Apocalipsis 8:5 - Biblia Torres Amat 1825

5 Entretanto los siete ángeles, que tenían las siete trompetas, se dispusieron para tocarlas.

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Biblia Reina Valera 1960

5 Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

5 Entonces el ángel llenó el recipiente para quemar incienso con fuego del altar y lo lanzó sobre la tierra; y hubo truenos con gran estruendo, relámpagos y un gran terremoto.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 Después, el ángel tomó su incensario, lo llenó con brasas del altar y las arrojó sobre la tierra: hubo tremendos truenos, relámpagos y terremotos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Y el ángel tomó° el incensario, y lo llenó del fuego del altar,° y lo arrojó a la tierra;° y hubo truenos, y voces, y relámpagos y un terremoto.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 Tomó el ángel el incensario, lo llenó de ascuas del altar y lo arrojó sobre la tierra. Y hubo truenos y voces y relámpagos y terremoto.

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Apocalipsis 8:5
24 Referans Kwoze  

Le dijo el Señor: Sal fuera, y ponte sobre el monte en presencia del Señor, y he aquí que pasará el Señor, y delante de él correrá un viento fuerte e impetuoso, capaz de trastornar los montes y quebrantar las peñas; no está el Señor en el viento. Después del viento vendrá un temblor de tierra; tampoco está el Señor en el terremoto.


Y tronó el Señor desde lo alto del cielo; y el Altísimo dio una voz como suya, y cayeron al instante piedras y ascuas de fuego.


Ya que era venido el día tercero y rayaba el alba, de repente principiaron a oírse truenos, y a relucir los relámpagos, y se cubrió el monte de una densísima nube, y el sonido de la bocina resonaba con grandísimo estruendo; con lo que se atemorizó el pueblo, que estaba dentro de los campamentos.


Y todas las gentes que han combatido contra Ariel, y todos los soldados que le han sitiado, y prevalecido contra ella vendrán a ser como un sueño y visión nocturna.


Porque a la voz del Señor quedará temblando el asirio, herido con la vara de la divina venganza,


Ya oigo la voz lastimera del pueblo de la ciudad de Jerusalén , la voz del templo, la voz del Señor que da el pago a sus enemigos.


Aguzad, ¡oh babilonios!, vuestras saetas, llenad de ellas vuestras aljabas. El Señor ha suscitado el espíritu de los reyes de la Media, y ha tomado ya su resolución de arruinar a Babilonia; porque el Señor debe ser vengado, debe ser vengado su templo.


Después tomará el incensario o badil que habrá llenado de las brasas del altar de los holocaustos, y cogiendo con la mano perfume confeccionado para incensar, entrará del velo adentro en el lugar santísimo;


Y vosotros huiréis al valle de aquellos montes, pues el valle de aquellos montes estará contiguo al monte vecino, y huiréis al modo que huisteis por miedo del terremoto en los tiempos de Ozías, rey de Judá. Y vendrá el Señor mi Dios; y con él todos los santos.


Es verdad que se armará nación contra nación, y un reino contra otro reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en varios lugares.


Yo he venido a poner fuego en la tierra: ¿y qué he de querer sino que arda?


cuando de repente se sintió un gran terremoto, tal que se meneaban los cimientos de la cárcel. Y al instante se abrieron de par en par todas las puertas, y se les soltaron a todos las prisiones.


Acabada esta oración, tembló el lugar en que estaban congregados; y todos se sintieron llenos del Espíritu Santo, y anunciaban con firmeza la palabra de Dios.


El segundo ay se pasó, y bien pronto vendrá el ay tercero, o la tercera desdicha.


En esto apareció un gran prodigio en el cielo, una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas.


Y enfrente del solio había como un mar transparente de vidrio semejante al cristal, y en medio del espacio en que estaba el trono y alrededor de él, cuatro animales llenos de ojos delante y detrás.


Y las estrellas cayeron del cielo sobre la tierra, a la manera que una higuera, sacudida de un recio viento, deja caer sus brevas.


Y el humo de los perfumes o aromas encendidos de las oraciones de los santos subió por la mano del ángel al acatamiento de Dios.


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