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Apocalipsis 14:15 - Biblia Torres Amat 1825

15 En esto salió del templo otro ángel, gritando en alta voz al que estaba sentado sobre la nube: Echa ya tu hoz, y siega; porque venida es la hora de segar, puesto que está seca la mies de la tierra.

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Biblia Reina Valera 1960

15 Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

15 Entonces vino otro ángel desde el templo y le gritó al que estaba sentado en la nube: «Da rienda suelta a la hoz, porque ha llegado el tiempo para cosechar; ya está madura la cosecha en la tierra».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

15 Salió del santuario otro ángel clamando con potente voz al que estaba sentado en la nube: 'Mete tu hoz y cosecha, porque ha llegado el tiempo de cosechar y la cosecha de la tierra está en su punto.

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La Biblia Textual 3a Edicion

15 Y salió del santuario otro ángel, clamando con gran voz al que está sentado sobre la nube: ¡Envía tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura!°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

15 Salió otro ángel del santuario, gritando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube: ' Mete tu hoz y siega, pues ha llegado la hora de segar, porque se secó la mies de la tierra'.

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Apocalipsis 14:15
20 Referans Kwoze  

Creyó Abram a Dios, y su fe se le reputó por justicia.


Yo no me estaré, pues, callado; sin cesar rogaré a favor de Sión; por amor de Jerusalén no he de sosegar hasta tanto que su Justo nazca como la luz del día, y resplandezca su Salvador cual brillante antorcha.


Porque esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: La hija de Babilonia será pisada como la mies en la era; ha llegado el tiempo de ser trillada; dentro de poco comenzará la siega.


Echad la hoz, porque están ya maduras la mieses; venid y bajad, porque el lagar está lleno; rebosan los lagares, es decir, ha llegado ya a su colmo la malicia de ellos.


Dejad crecer una y otro hasta la siega, que al tiempo de la siega, yo diré a los segadores: coged primero la cizaña, y haced gavillas de ella para el fuego, y meted después el trigo en mi granero.


El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores son los ángeles.


Acabad, pues, de llenar la medida de vuestros padres.


Y después que está el fruto maduro, inmediatamente se le echa la hoz, porque llegó ya el tiempo de la siega.


prohibiéndonos predicar a los gentiles a fin de que se salven, para ir siempre ellos llenando la medida de sus pecados; por lo que la ira de Dios ha caído sobre su cabeza, y durará hasta el fin.


En esto apareció un gran prodigio en el cielo, una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas.


Y ejercitaba todo el poder de la primera bestia en su presencia; e hizo que la tierra y sus moradores adorasen la bestia primera, cuya herida mortal quedó curada.


Miré todavía, y he ahí una nube blanca y resplandeciente, y sobre la nube sentada una persona semejante al Hijo del Hombre, la cual tenía sobre su cabeza una corona de oro, y en su mano una hoz afilada.


Echó, pues, el que estaba sentado sobre la nube su hoz a la tierra, y la tierra quedó segada.


Y salió otro ángel del templo, que hay en el cielo, que tenía también una hoz aguzada.


Salió también del altar otro ángel, el cual tenía poder sobre el fuego, y clamó en alta voz al que tenía la hoz aguzada, diciendo: Mete tu hoz aguzada, y vendimia los racimos de la viña de la tierra, pues que sus uvas están ya maduras.


Y salieron del templo los siete ángeles que tenían las siete plagas en sus manos, vestidos de lino limpio y blanquísimo, y ceñidos junto a la altura del pecho con ceñidores de oro.


En fin, el séptimo ángel derramó su taza por el aire, y salió una voz grande del templo por la parte del trono, que decía: Hecho está.


Se le dio luego a cada uno de ellos un ropaje o vestido blanco y se les dijo que descansasen o guardasen en paz un poco de tiempo, en tanto que se cumplía el número de sus consiervos y hermanos, que habían de ser martirizados también como ellos.


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