17 Había puesto el rey a la puerta de la ciudad aquel capitán que le servía de bracero, al cual atropelló el gentío a la entrada de la puerta, y murió conforme a lo que había predicho el varón de Dios, cuando fue el rey a buscarlo.
17 Y el rey puso a la puerta a aquel príncipe sobre cuyo brazo él se apoyaba; y lo atropelló el pueblo a la entrada, y murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios, cuando el rey descendió a él.
17 El rey asignó al funcionario que lo atendía para que controlara a las multitudes en la puerta, pero cuando salieron corriendo, lo atropellaron y lo pisotearon y así el hombre murió. Así que todo sucedió exactamente como el hombre de Dios lo había predicho cuando el rey fue a verlo a su casa.
17 El rey había asignado a la puerta de la ciudad al oficial en cuyo brazo se apoyaba, para que la vigilara, pero fue pisoteado ahí mismo por la muchedumbre, y murió tal como lo había anunciado el hombre de Dios cuando había bajado el rey a su casa.
17 Y el rey había puesto junto a la puerta al capitán en cuya mano se apoyaba, y el pueblo lo pisoteó° en la puerta, y murió, tal como había dicho el varón de Dios, que había hablado cuando el rey bajó a él.
17 El rey había encargado la vigilancia de la puerta a aquel oficial sobre cuyo brazo solía apoyarse; el pueblo lo atropelló junto a la puerta y murió, como había predicho el varón de Dios cuando el rey bajó hacia él.
Mas una cosa hay solamente por la que has de rogar al Señor a favor de tu siervo, y es que cuando entrare mi amo en el templo de Remmón para adorarlo, apoyándose sobre mi mano, si yo me inclino en el templo de Remmón, para adorarlo, para sostenerlo al tiempo de hacer él su adoración en el mismo lugar, el Señor me perdone a mí, siervo tuyo, este ademán.
Estaba a la sazón Eliseo sentado en su casa, y estaban con él los ancianos o senadores. Despachó, pues, el rey un hombre para que fuera a cortarle la cabeza; y antes que llegase este enviado, dijo Eliseo a los ancianos: ¿No sabéis que ese hijo del homicida Acab ha enviado a cortarme la cabeza? Tened, pues, cuidado cuando llegare el enviado o ejecutor de tener cerrada la puerta y de no dejarlo entrar; porque ya estoy oyendo las pisadas de su señor que viene tras de él.
Uno de los capitanes, que servía de bracero al rey, respondió al varón de Dios, y dijo: Aunque el Señor hiciese compuertas en el cielo, y lloviese trigo, ¿podrá algún día suceder lo que tú dices? Le contestó Eliseo: Lo verás con tus ojos; mas no comerás de ello.
Y esto lo presenciará la enemiga mía, y quedará cubierta de confusión la que me dice: ¿En dónde está ahora el Señor Dios tuyo? Yo fijaré mis ojos sobre ella, hollada será ella ahora como el lodo de las calles.
Pues bien conocemos quién es el que dijo: A mí está reservada la venganza, y yo soy el que la ha de tomar. Y también: El Señor ha de juzgar a su pueblo.
Así sucedió que por ambos lados eran acuchillados por los enemigos y morían sin remedio. Los que cayeron muertos y quedaron tendidos por el suelo al oriente de la ciudad de Gabaa en aquel mismo lugar,