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2 Reyes 2:12 - Biblia Torres Amat 1825

12 Estaba Eliseo mirándolo, y gritaba: Padre mío, Padre mío, carro armado de Israel, y conductor suyo. Y ya no lo volvió a ver más. Entonces asió sus vestidos, y los rasgó en dos partes en señal de dolor.

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Biblia Reina Valera 1960

12 Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

12 Eliseo lo vio y exclamó: «¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Veo los carros de Israel con sus conductores!». Mientras desaparecían de su vista, rasgó su ropa en señal de angustia.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

12 Eliseo lo vio y gritaba: '¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!' Luego no lo vio más. Tomó entonces su ropa y la partió en dos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

12 Y viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío! ¡Carro y auriga de Israel! Y no lo vio más. Entonces tomó sus vestidos y los rasgó en dos pedazos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

12 Eliseo lo veía y gritaba: '¡Padre mío, padre mío, carros y caballería de Israel!' Y ya no lo vio más. Entonces tomó sus vestidos y los rasgó en dos partes.

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2 Reyes 2:12
28 Referans Kwoze  

Y rasgándose los vestidos, se vistió de cilicio, llorando por mucho tiempo a su hijo.


Y siguió caminando en pos de Dios, y se desapareció, porque Dios le trasladó.


Y sucedió antes que estando Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió, pasó a visitarle Joás, rey de Israel; y llorando delante de él, decía: Padre mío, padre mío, carro armado de Israel y conductor suyo.


Recogió después el manto, que se le había caído a Elías, y volviéndose se paró en la ribera del Jordán;


se llegaron a él sus criados, y le dijeron: Padre, aun cuando el profeta te hubiese ordenado una cosa dificultosa, claro está que deberías hacerla; ¿pues cuánto más ahora que te ha dicho: Lávate, y quedarás limpio?


Así que los vio el rey de Israel, dijo a Eliseo: ¿Padre mío, los haré morir?


Se salvará el inocente, y se salvará por la pureza de sus manos.


Por la bendición de los justos será ensalzada la ciudad; mas por la lengua de los impíos quedará arruinada.


¿Quién ha subido al cielo y ha bajado de allá, para poder hablar sabiamente? ¿Quién sujetó el viento con sus manos? ¿Quién envolvió en densas nubes las aguas como en un envoltorio? ¿Quién ha dado esta habilidad a todas las partes de la tierra? ¿Cuál es el nombre de quien lo hizo?, ¿y qué nombre tiene su hijo? Dilo tú, si es que lo sabes.


La sabiduría hace al sabio más fuerte que diez o muchos poderosos de una ciudad; pero no lo hace impecable;


Señor de los ejércitos, Dios de Israel, que tienes tu asiento sobre los querubines; sólo tú eres el Dios de todos los reinos del mundo, tú el que hizo el cielo y la tierra.


este es el fallo que contra él ha pronunciado el Señor: Te ha despreciado el Señor. Te ha despreciado a ti, y te ha insultado, ¡oh virgen, hija de Sión! a espaldas tuyas ¡oh hija de Jerusalén ! ha meneado su cabeza mofándose de ti.


Fueron, pues, los ministros del rey Ezequías a encontrar a Isaías;


Así el Señor Jesús , después de haberles hablado varias veces, fue elevado al cielo, y está sentado a la diestra de Dios.


Luego que los ángeles se apartaron de ellos y volaron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vamos hasta Betlehem o Belén, y veamos este suceso prodigioso que acaba de suceder, y que el Señor nos ha manifestado.


Y mientras los bendecía, se fue separando de ellos, y elevándose al cielo.


Ello es así que nadie subió al cielo, sino aquel que ha descendido del cielo, a saber, el Hijo del hombre, que está en el cielo.


Dicho esto, se fue elevando a vista de ellos por los aires, hasta que una nube le encubrió a sus ojos.


diciéndome: No temas, Pablo, tú sin falta has de comparecer ante César; y he ahí que Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo.


Mas algunos hombres piadosos cuidaron de dar sepultura a Esteban, en cuyas exequias hicieron gran duelo.


Que aun por eso aquí suspiramos deseando la sobrevestidura del ropaje de gloria, o la habitación nuestra del cielo,


Así también es que mientras nos hallamos en este cuerpo como en una tienda de campaña, gemimos agobiados bajo su pesantez; pues no querríamos vernos despojados de él, sino ser revestidos como por encima, de manera que la vida inmortal absorba y haga desaparecer lo que hay de mortalidad en nosotros.


Por lo cual dice la Escritura: Al subirse a lo alto llevó consigo cautiva o como en triunfo a una gran multitud de cautivos, y derramó sus dones sobre los hombres.


Y en aquella hora se sintió un gran terremoto, con que se arruinó la décima parte de la ciudad; y perecieron en el terremoto siete mil personas; y los demás entraron en miedo, y dieron gloria al Dios del cielo.


Le dijo Micás: Quédate en mi casa, y me servirás de padre y sacerdote, y te daré todos los años diez siclos de plata, dos vestidos y el sustento necesario.


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