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2 Pedro 3:10 - Biblia Torres Amat 1825

10 Pues ya que todas estas cosas han de ser deshechas, ¿cuáles debéis ser vosotros en la santidad de vuestra vida y piedad de costumbres,

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Biblia Reina Valera 1960

10 Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Pero el día del Señor llegará tan inesperadamente como un ladrón. Entonces los cielos desaparecerán con un terrible estruendo, y los mismos elementos se consumirán en el fuego, y la tierra con todo lo que hay en ella quedará sometida a juicio.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Llegará el día del Señor como hace un ladrón, y entonces los cielos se desarmarán entre un ruido ensordecedor, los elementos se derretirán por el calor y la tierra con todo lo que hay en ella se consumirá.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Pero el día del Señor vendrá° como ladrón,° en el cual los cielos desaparecerán con gran estruendo, y los elementos se disolverán con el intenso fuego, y la tierra y las obras que en ella hay serán descubiertas.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En él desaparecerán los cielos con formidable estruendo, los elementos se disolverán abrasados por el fuego y quedará al descubierto la tierra con todas las obras que hay en ella.

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2 Pedro 3:10
36 Referans Kwoze  

Estos perecerán; pero tú eres inmutable. Vendrán a gastarse como un vestido. Y los mudarás como quien muda una capa, y mudados quedarán.


Se conturbaron las naciones, y bambolearon los reinos; dio el Señor una voz, y la tierra se estremeció.


Se derritieron, como cera, los montes a la presencia del Señor; a la presencia del Señor se derretirá la tierra toda.


y para todos los cedros más altos y erguidos del Líbano, y para todas las encinas de Basán;


Estará la tierra, o el hombre, en una agitación semejante a la de un borracho; y mudará de sitio, como tienda que sólo se arma para pasar una noche; se verá agobiada con el peso de su propia iniquidad, y caerá y nunca jamás se levantará.


Porque mi espada se ha embriagado de sangre en las criaturas del cielo; he aquí que va a descargar ahora sobre la Idumea, sobre el pueblo en cuya mortandad señalaré yo mi justicia.


Alzad al cielo vuestros ojos, y bajadlos después a mirar la tierra, porque los cielos como humo se desharán y mudarán, y la tierra se consumirá como un vestido, y perecerán como estas cosas sus moradores. Pero la salud o el Salvador que yo envío, durará para siempre, y nunca faltará mi justicia.


¡Ay, ay!, qué día tan terrible es ese día que llega. ¡Ay!, cercano está el día del Señor, y vendrá como una espantosa borrasca enviada del Todopoderoso.


Sonad la trompeta en Sión, prorrumpid en alaridos desde mi santo monte, estremézcanse todos los moradores de la tierra; porque se acerca el día del Señor, porque está ya para llegar.


El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de la llegada de aquel grande y espantoso día del Señor.


Pueblos, pueblos innumerables, compareced en el valle de la mortandad, porque cercano está el día del Señor, venid al valle de la matanza.


He aquí que vienen los tiempos, dice el Señor, en los cuales el que está aún arando verá ya detrás de sí al que siega; y aquel que pisa las uvas, verá tras de sí al que siembra. Los montes destilarán delicias, y serán cultivados todos los collados.


Y el Señor es el Dios de los ejércitos, aquel que con tocar la tierra la hace estremecer; prorrumpirán en llanto todos los moradores de ella; la sumergirá a modo de un caudaloso río, y ella desaparecerá como el río de Egipto al llegar al mar.


Y los montes se consumirán debajo de él, y los valles se derretirán como la cera delante del fuego, y fluirán como las aguas que corren por un despeñadero.


El hace estremecer los montes, y deja asolados los collados, ante él tiembla la tierra entera, y cuantos en ella habitan.


He aquí que yo os enviaré el profeta Elías, antes que venga el día grande y tremendo del Señor.


El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán.


El cielo y la tierra faltarán; pero no faltarán mis palabras.


Tened esto por cierto, que si el padre de familia supiera a qué hora había de venir el ladrón, estará ciertamente velando, y ni dejaría que le robasen su casa.


Porque se ven sujetas a la vanidad, o mudanza, no de grado, sino por causa de aquel que les puso tal sujeción, con la esperanza


el cual os confortará todavía hasta el fin, para que seáis hallados irreprensibles en el día del advenimiento de Jesucristo Señor nuestro.


sea ese que tal hizo entregado a Satanás, para castigo de su cuerpo, a cambio de que su alma sea salva en el día de nuestro Señor Jesucristo.


pues ya en parte habéis reconocido que nosotros somos vuestra gloria, como vosotros seréis la nuestra, en el día, o juicio, de nuestro Señor Jesucristo.


Pues cuando los impíos estarán diciendo que hay paz y seguridad, entonces los sobrecogerá de repente la ruina, como el dolor de parto a la que está encinta, sin que puedan evitarla.


puesto que todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; no lo somos de la noche ni de las tinieblas.


aguardando con ansia, y corriendo a esperar la venida del día del Señor, día en que los cielos encendidos se disolverán, y se derretirán los elementos con el ardor del fuego?


Aunque esperamos, conforme a sus promesas, nuevos cielos y nueva tierra, donde habitará eternamente la justicia.


Pero vosotros, queridos míos, no debéis ignorar una cosa, y es que un día respecto de Dios es como mil años, y mil años como un día.


Así como también Sodoma y Gomorra, y las ciudades cercanas, siendo reas de los mismos excesos de impureza y entregadas al pecado, vinieron a servir de escarmiento, sufriendo la pena del fuego eterno.


Mirad que vengo como ladrón, dice el Señor. Dichoso el que vela, y guarda bien sus vestidos, para no andar desnudo, y que no vean sus vergüenzas.


Después vi un gran solio reluciente, y a uno, esto es, a Jesucristo, sentado en él, a cuya vista desapareció la tierra, y el cielo, y no quedó nada de ellos.


Y vi un cielo nuevo y tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron; y ya no había mar.


Con todo, tienes en Sardis unos pocos sujetos que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en el cielo vestidos de blanco, porque lo merecen.


Y los reyes de la tierra, y los príncipes, y los tribunos, y los ricos, y los poderosos, y todos los hombres, así esclavos como libres, se escondieron en las grutas y entre las peñas de los montes;


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