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1 Samuel 3:2 - Biblia Torres Amat 1825

2 Sucedió, pues, un día, que estando Helí, cuyos ojos habían perdido ya la facultad de ver, acostado en su aposento,

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Biblia Reina Valera 1960

2 Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Una noche, Elí, que para entonces estaba casi ciego, ya se había acostado.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Ese día estaba Helí acostado en su cama; sus ojos estaban tan débiles que ya no veía.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Por ese tiempo aconteció que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse y no podía ver,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Cierto día Elí estaba ya acostado en su aposento. Sus ojos habían comenzado a debilitarse y no podía ver.

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1 Samuel 3:2
8 Referans Kwoze  

Siendo ya viejo Isaac, se le debilitó la vista, de modo que llegó a faltarle. Llamó, pues, a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: ¡Hijo mío! El cual respondió: Aquí estoy.


Porque los ojos de Israel se habían oscurecido a causa de su extremada vejez, y no podía ver con claridad. Habiéndoselos, pues, acercado, los besó y abrazó,


Mas él, rehusándolo, dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé. Este será ciertamente padre de pueblos, y multiplicarse ha; mas su hermano menor será mayor que él, y su linaje se ha de dilatar en naciones.


Hizo la mujer de Jeroboam lo que éste le había dicho; y partiendo para Silo, llegó a casa de Ahías; el cual ya no veía, porque se le había ofuscado la vista a causa de su mucha edad.


Setenta años son los días de nuestra vida; cuando más, ochenta años en los muy robustos; lo que pasa de aquí, achaques y dolencias. Según esto, presto seremos arrebatados, pues va llegando ya la debilidad de la vejez.


No esperes a obrar bien cuando temblarán tus manos y piernas, guardas que son de la casa de tu alma, y debilitadas las rodillas bambolearán los varones robustos; y cuando las que muelen en la boca la comida serán en corto número y estarán ociosas; y cuando quedarán en tinieblas los ojos que miran por las ventanas;


Helí era muy viejo; y llegó a saber el modo de portarse sus hijos con todo el pueblo; y que dormían con la mujeres que venían a velar y a orar en la puerta del Tabernáculo.


Helí tenía a la sazón noventa y ocho años, y sus ojos habían cegado, de suerte que no podía ver.


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