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1 Samuel 17:36 - Biblia Torres Amat 1825

36 Así es como yo, siervo tuyo, maté tanto al león como al oso; y lo propio haré con ese filisteo incircunciso. Iré, pues, contra él ahora mismo, y quitaré el oprobio de nuestro pueblo; porque, ¿quién es ese filisteo incircunciso, que ha tenido la osadía de maldecir al ejército del Dios vi-vo?

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Biblia Reina Valera 1960

36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

36 Lo he hecho con leones y con osos, y lo haré también con este filisteo pagano, ¡porque ha desafiado a los ejércitos del Dios viviente!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

36 ¡Así como tu servidor ha vencido al león y al oso, lo mismo hará con ese filisteo que ha insultado las tropas del Dios vivo!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

36 Sea león o sea oso, tu siervo los ha matado, y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a los escuadrones del Dios viviente.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

36 Tu siervo ha matado leones y osos. Y ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a las huestes del Dios vivo'.

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1 Samuel 17:36
25 Referans Kwoze  

Escribió igualmente unas cartas llenas de blasfemias contra el Señor Dios de Israel, diciendo contra él: Así como los dioses de las demás naciones no pudieron librar a sus pueblos de caer en mis manos, tampoco podrá el Dios de Ezequías salvar a su pueblo del poder mío.


Por eso el soberano Señor de los ejércitos enviará la extenuación a sus robustos guerreros, y arderá debajo de sus galas una como hoguera de fuego que los consuma.


No escuchéis a Ezequías ; porque esto dice el rey de los asirios: Aceptad la paz que os ofrezco y venid a tratar conmigo de vuestra rendición, y comerá cada uno del fruto de su viña, y cada uno del fruto de su higuera y beberá cada cual de vosotros el agua de su cisterna.


¿Dónde está el dios de Emat y de Arfad? ¿Dónde está el dios de Sefarvaím? ¿Por ventura han librado sus dioses a Samaria de caer en mi poder?


Como mueren los incircuncisos así morirás tú a mano de los extranjeros, porque yo lo he dicho, dice el Señor Dios.


¿En qué eres tú, ¡oh pueblo de Egipto!, más respetable que los demás? Desciende abajo y yace entre los incircuncisos.


sino que te has levantado contra el dominador del cielo, y has hecho traer a tu presencia los vasos sagrados de su santo templo, y en ellos has bebido el vino tú, y los grandes de tu corte, y tus mujeres, y tus concubinas; has dado también culto a dioses de plata, y de oro, y de cobre, y de hierro, y de madera, y de piedra, los cuales no ven, ni oyen, ni sienten; pero a aquel gran Dios, de cuyo arbitrio pende tu respiración y cualquier movimiento tuyo, a ése no le has glorificado.


Y yo haré en aquel día que sea Jerusalén como una piedra muy pesada para todos los pueblos; todos cuantos probaren alzarla quedarán lisiados, contra ella se coligarán todas las naciones de la tierra.


Porque esto dice el Señor de los ejércitos; el cual, después de restituida vuestra gloria, me enviará a las naciones que os despojaron (porque quien os tocare a vosotros, toca en las niñas de mis ojos).


Dijo, pues, Jonatás al joven escudero: Ven, y pasemos al apostadero de estos incircuncisos; quizá el Señor combatirá por nosotros, y venceremos; porque le es igualmente fácil a Dios el dar la victoria con mucha que con poca gente.


Y decía después jactándose: Yo he desafiado hoy a los batallones de Israel, diciéndoles: Dadme acá un campeón, y mida sus fuerzas conmigo cuerpo a cuerpo.


Preguntó David a los que tenía cerca de sí: ¿Qué es lo que darán al que matare a ese filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque a la verdad, ¿quién es ese filisteo incircunciso para que insulte así impunemente a los escuadrones del Dios vivo?


y corría yo tras ellos y los mataba, y les quitaba la presa de entre los dientes, y al volverse ellos contra mí, los agarraba yo de las quijadas, y los ahogaba y mataba.


Y añadió David: El Señor que me libró de las garras del león y del oso, él mismo me librará también de las manos de ese filisteo. Dijo Saúl a David: Anda, pues, y el Señor sea contigo.


Por lo que dijo Saúl a David: He aquí a Merob, mi hija mayor, voy a dártela por esposa. Tú sobre todo sé valiente, y pelea al servicio del Señor. Al mismo tiempo decía Saúl para consigo: No sea yo el que lo mate; sino sean los filisteos los que lo hagan.


Dijo entonces Saúl a su escudero: Desenvaina tu espada, y quítame la vida; para que no lleguen estos incircuncisos y me maten, mofándose de mí. Mas su escudero no quiso hacerlo, sobrecogido de un sumo terror. Con esto Saúl desenvainó su espada, y se arrojó sobre ella.


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