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1 Reyes 8:30 - Biblia Torres Amat 1825

30 y escuches las súplicas de tu siervo y de Israel, pueblo tuyo, sobre cuanto te pidan en este lugar. Sí, tú los oirás, oh Señor, desde el lugar de tu mansión en el cielo, y oyéndolos te mostrarás con ellos propicio.

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Biblia Reina Valera 1960

30 Oye, pues, la oración de tu siervo, y de tu pueblo Israel; cuando oren en este lugar, también tú lo oirás en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha y perdona.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

30 Que atiendas las peticiones humildes y fervientes de mi parte y de tu pueblo Israel cuando oremos hacia este lugar. Sí, óyenos desde el cielo donde tú vives y, cuando nos escuches, perdona.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

30 Escucha la súplica de tu servidor y de tu pueblo Israel cuando vengan a orar a este lugar. Escúchala desde lo alto del cielo, del lugar donde tú habitas, escucha y perdona.

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La Biblia Textual 3a Edicion

30 Y Tú oirás la oración de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren hacia este lugar. ¡Sí!, oye desde el lugar de tu morada en los cielos, y cuando hayas oído, entonces perdona.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

30 Escucha, pues, la súplica de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Escucha desde el lugar de tu morada, en el cielo. Escucha y perdona.

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1 Reyes 8:30
26 Referans Kwoze  

óyelos tú desde el cielo, perdona el pecado de tu pueblo de Israel, y restitúyelos a la tierra que diste a sus padres.


atiéndeles, Señor, desde el cielo y perdona los pecados de tus siervos y de Israel, pueblo tuyo; y enséñales el buen camino por donde deben andar, y envía lluvias a esta tu tierra, cuya posesión diste a tu pueblo.


tú le escucharás benigno desde el cielo, desde aquel lugar de tu morada, y te le mostrarás propicio; y darás a cada uno según sus obras, conforme vieres su corazón (porque sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres),


tú le oirás desde el cielo, desde aquel firmamento en que tienes tu habitación, y otorgarás todo cuanto te suplicare el extranjero; para que así todos los pueblos del mundo aprendan a temer tu Nombre, como tu pueblo de Israel; y sepan por experiencia que tu Nombre es invocado en esta casa que yo he edificado.


tú, Señor, oirás desde el cielo, desde esa firmísima morada en que tienes puesto tu solio, sus oraciones y sus plegarias, y saldrás a su defensa;


dijo: Señor Dios de nuestros padres, tú eres el Dios del cielo y el dueño de todos los reinos de las naciones; en tus manos están la fortaleza y el poder, y nadie puede resistirte.


y otorgarías la petición hecha aquí por tu siervo, y despacharías las súplicas de tu siervo y de Israel, pueblo tuyo. A todo aquel que orare en este lugar, escúchale desde tu morada, esto es, desde los cielos, y muéstratele propicio.


y mi pueblo, sobre el cual ha sido invocado mi Nombre, convertido me pidiere perdón, y procurare aplacarme, haciendo penitencia de su mala vida; yo también desde el cielo lo escucharé y perdonaré sus pecados, y libraré de los males su país.


A ti, Señor, que habitas en los cielos, levanté mis ojos.


Escucha, oh Señor, la voz de mi humilde súplica cuando estoy orando a ti; cuando extiendo en alto mis manos hacia tu santo templo.


Has perdonado las maldades de tu pueblo; has sepultado todos sus pecados.


El cual, pasando por delante de él, dijo: Soberano Dominador, Señor Dios, misericordioso y clemente, sufrido y piadosísimo, y verídico,


que conservas la misericordia para millares, que borras la iniquidad y los delitos, y los pecados; en cuya presencia ninguno de suyo es inocente, y que castigas la maldad de los padres en los hijos y nietos hasta la tercera y cuarta generación.


No hables nada inconsideradamente, ni sea ligero tu corazón en proferir palabras indiscretas delante de Dios, porque Dios es el Señor que está en los cielos, y tú un vil gusano sobre la tierra. Sean, pues, pocas y muy medidas tus palabras.


Pues esto dice el excelso y el sublime Dios que mora en la eternidad, y cuyo nombre es Santo: El que habita en las alturas y en el santuario, y en el corazón contrito y humillado, para vivificar el espíritu de los humildes y dar vida al corazón de los contritos.


Lo que sabido por Daniel, esto es, que había sido establecida dicha ley, se fue a su casa; y allí, abiertas las ventanas de su habitación, que miraban hacia Jerusalén , hincaba sus rodillas tres veces al día, y adoraba y daba gracias a su Dios, como antes había acostumbrado hacerlo.


Escucha benigno, ¡oh Señor! Señor, aplácate, atiende, y ponte a obrar nuestra salvación, no lo difieras, ¡oh Dios mío!, por amor de ti mismo, pues la ciudad y tu pueblo llevan el Nombre tuyo.


Mas de ti, ¡oh Señor Dios nuestro!, es propia la misericordia y la clemencia para con los pecadores; porque nosotros nos hemos apartado de ti,


y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores;


Ved, pues, cómo habéis de orar: padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;


Si dijéremos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.


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