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1 Reyes 8:11 - Biblia Torres Amat 1825

11 de manera que los sacerdotes no podían estar allí para ejercer su ministerio por causa de la niebla; porque la gloria del Señor tenía ocupada de lleno la casa del Señor.

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Biblia Reina Valera 1960

11 Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Los sacerdotes no pudieron seguir con la celebración a causa de la nube, porque la gloriosa presencia del Señor llenaba el templo del Señor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Los sacerdotes no pudieron continuar su servicio litúrgico debido a la nube, porque la Gloria de Yavé ocupaba toda la Casa de Yavé.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 y los sacerdotes no pudieron continuar ministrando por causa de la nube, porque la gloria de YHVH había llenado la Casa de YHVH.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 de manera que los sacerdotes no pudieron quedarse allí para su ministerio a causa de la nube, pues la gloria de Yahveh había llenado el templo de Yahveh.

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1 Reyes 8:11
22 Referans Kwoze  

Y sucedió que al salir los sacerdotes del santuario, una niebla llenó la casa del Señor;


Entonces dijo Salomón : El Señor tiene dicho que había de morar en una niebla.


de suerte que los sacerdotes no podían estar allí, ni ejercer sus funciones, a causa de la densa niebla. Porque la gloria del Señor había llenado la casa de Dios.


Vuelve los ojos hacia tus siervos, a estas obras tuyas, y dirige tú a sus hijos.


Y allí daré mis órdenes a los hijos de Israel; y el altar será santificado con la presencia de mi gloria.


una nube cubrió el Tabernáculo del Testimonio, y quedó todo lleno de la gloria del Señor.


Ni podía Moisés entrar en el Tabernáculo de la Alianza, cubriendo como cubría la nube todas las cosas, y brillando por todas partes la majestad del Señor: todo lo cubría la nube.


Alrededor del solio estaban los serafines, cada uno de ellos tenía seis alas; con dos cubrían su rostro, y con dos cubrían los pies, y con dos volaban.


Y se trasladó la gloria del Señor desde encima de los querubines al umbral del templo y se llenó el templo de una nube tenebrosa; el atrio quedó lleno del resplandor de la gloria del Señor.


Y he aquí que la gloria del Dios de Israel entraba por la puerta del oriente, y el estruendo que ella causaba era como el estruendo de una gran mole de aguas, y su majestad hacía relumbrar la tierra.


Y me llevó por el camino de la puerta del norte delante del templo; y miré, y he aquí que la gloria del Señor había henchido la casa del Señor, y yo me postré sobre mi rostro.


Y habiendo entrado Moisés a Aarón en el Tabernáculo del Testimonio, al tiempo de salir bendijeron al pueblo. Y la gloria del Señor se dejó ver de toda la muchedumbre:


dijo Moisés: Esto es lo que ha ordenado el Señor; ejecutadlo, y se os manifestará su gloria.


Y pondré en movimiento las gentes todas, porque vendrá el deseado de todas las gentes; y henchiré de gloria este templo, dice el Señor de los ejércitos.


Y el Verbo se hizo carne; y habitó en medio de nosotros; y nosotros hemos visto su gloria, gloria que el Unigénito debía recibir del Padre, lleno de gracia y de verdad.


Mas Esteban, estando lleno del Espíritu Santo, y fijando los ojos en el cielo vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios.


los cuales son los israelitas, de quienes es la adopción de hijos de Dios, y la gloria y la alianza, y la legislación, y el culto, y las promesas,


Y así es que todos nosotros, contemplando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen de Jesucristo, avanzándonos de claridad en claridad, como iluminados por el Espíritu del Señor.


Porque Dios, que dijo que la luz saliese o brillase de en medio de las tinieblas, él mismo ha hecho brillar su claridad en nuestros corazones, a fin de que nosotros podamos iluminar a los demás por medio del conocimiento de la gloria de Dios, según que ella resplandece en Jesucristo.


la cual tenía la claridad de Dios; cuya luz era semejante a una piedra preciosa, a piedra de jaspe, transparente como cristal.


Y la ciudad no necesita sol ni luna que alumbren en ella; porque la claridad de Dios la tiene iluminada, y su lumbrera es el Cordero.


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