El Señor le dijo: Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar! Vino un huracán tan violento, que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto.
Por eso se inflama la ira del Señor contra su pueblo y extiende la mano para herirlo. Tiemblan los montes, yacen los cadáveres como estiércol por las calles. Y con todo eso no se aplaca su ira, sigue extendida su mano.
Desde Dan se escucha el resoplar de los caballos, cuando relinchan los corceles, retiembla la tierra, llegan y devoran el país y a sus habitantes, la ciudad con sus vecinos.
Sobre los montes entonaré endechas, en los pastos de la estepa elegías: Están requemadas, nadie transita, no se oye mugir el ganado, aves del cielo y bestias se han escapado.
temblarán ante mí los peces del mar y las aves del cielo, las fieras salvajes y los reptiles del suelo y todos los hombres de la superficie de la tierra. Se derrumbarán las montañas, los riscos se despeñarán y las murallas se desplomarán.
Se detiene y tiembla la tierra, lanza una mirada y dispersa a las naciones; se desmoronan las viejas montañas, se prosternan los collados primordiales, los caminos primordiales, ante él.