A los dos años de haber llegado al templo de Jerusalén, el mes de abril, Zorobabel, hijo de Sealtiel, Josué, hijo de Yosadac, sus demás parientes sacerdotes y levitas, y tocios los que habían vuelto a Jerusalén del cautiverio comenzaron la obra del templo, poniendo al frente de ella a los levitas mayores de veinte años.
Cuando leyeron al gobernador Rejún, al secretario Simsay y a sus demás colegas la copia del documento del rey Artajerjes, se dirigieron en seguida a Jerusalén, a los judíos, y les obligaron con las armas a detener las obras.
Entonces, el profeta Ageo y el profeta Zacarías, hijo de Ido, comenzaron a profetizar a los judíos de Judá y Jerusalén como legados en nombre del Dios de Israel.
De este modo, el senado de Judá adelantó mucho la construcción, cumpliendo las instrucciones de los profetas Ageo y Zacarías, hijo de Ido, hasta que por fin la terminaron, conforme a lo mandado por el Dios de Israel y por Ciro, Darío y Artajerjes], reyes de Persia.
Ahora te comunicaré la verdad: Persia todavía tendrá tres reyes. El cuarto los superará en riquezas; pero cuando por las riquezas crezca su poderío, provocará a todo el reino griego.
Has de saberlo y comprenderlo: Desde que se decretó la vuelta y la reconstrucción de Jerusalén hasta un Príncipe ungido pasarán siete semanas; durante sesenta y dos semanas estará reconstruida con calles y fosos, en tiempos difíciles.
El año segundo del reinado de Darío, el día primero del sexto mes, el Señor dirigió la palabra por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judea, y a Josué, hijo de Yosadac, sumo sacerdote: