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2 Samuel 11:2 - Biblia Reina Valera Gómez (2023)

2 Y sucedió que levantándose David de su cama a la hora de la tarde, se paseaba por el terrado de la casa real, cuando vio desde el terrado a una mujer que se estaba lavando, la cual era muy hermosa.

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Biblia Reina Valera 1960

2 Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Una tarde, después del descanso de mediodía, David se levantó de la cama y subió a caminar por la azotea del palacio. Mientras miraba hacia la ciudad, vio a una mujer de belleza singular que estaba bañándose.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Una tarde en que David se había levantado de su siesta y daba un paseo por la terraza, divisó desde lo alto de la terraza a una mujer que se estaba bañando; la mujer era muy hermosa.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Y sucedió que a la hora de la tarde, David se levantó de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa real, y desde el terrado vio a una mujer bañándose, y la mujer era muy hermosa.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Una tarde, David se levantó de su lecho y se puso a pasear por la terraza del palacio real, cuando vio desde la terraza a una mujer que se estaba bañando, la cual era por cierto muy hermosa.

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2 Samuel 11:2
28 Referans Kwoze  

Y aconteció que cuando estaba para entrar en Egipto, dijo a Sarai su esposa: He aquí, ahora conozco que eres mujer de hermoso parecer;


Y cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido y él comió con ella.


Y cuando la vio Siquem, hijo de Hamor heveo, príncipe de aquella tierra, la tomó, y se acostó con ella, y la deshonró.


Y dejó todo lo que tenía en mano de José; y él no se preocupaba de nada sino del pan que comía. Y era José de hermoso semblante y bella presencia.


viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron esposas para sí, escogiendo entre todas.


Aconteció después de esto, que teniendo Absalón, hijo de David, una hermana hermosa que se llamaba Tamar, Amnón, hijo de David, se enamoró de ella.


Y le nacieron a Absalón tres hijos, y una hija que se llamó Tamar. Ella era una mujer de hermoso semblante.


Y los hijos de Rimón beerotita, Recab y Baana, fueron y entraron en el mayor calor del día en casa de Isboset, el cual estaba durmiendo en su cámara al mediodía.


Porque cuando entraron en la casa, él estaba en su cama en su cámara de dormir, y lo hirieron y mataron, y le cortaron la cabeza, y habiéndola tomado, caminaron toda la noche por el camino del Arabá.


Hice pacto con mis ojos: ¿Cómo, pues, había yo de pensar en una virgen?


Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino.


La pereza hace caer en profundo sueño; y el alma negligente padecerá hambre.


Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, esa será alabada.


No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos:


el cual pasaba por la calle, junto a la esquina de aquella, e iba camino de su casa,


Y las casas de Jerusalén, y las casas de los reyes de Judá serán inmundas como el lugar de Tofet, por todas las casas sobre cuyos tejados quemaron incienso a todo el ejército del cielo, y vertieron libaciones a dioses ajenos.


Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.


El que esté en la azotea, no descienda a tomar algo de su casa;


Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.


Y al día siguiente, yendo ellos de camino, y llegando cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar, cerca de la hora sexta;


Cuando edificares casa nueva, harás pretil a tu terrado, para que no pongas sangre en tu casa, si de él cayere alguno.


No codiciarás la esposa de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni ninguna cosa que sea de tu prójimo.


Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración.


Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, sino del mundo.


Y cuando hubieron descendido del lugar alto a la ciudad, Samuel habló con Saúl en el terrado.


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