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Mateo 2:11 - Biblia Reina Valera 1995

11 Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Luego, abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Entraron en la casa y vieron al niño con su madre, María, y se inclinaron y lo adoraron. Luego abrieron sus cofres de tesoro y le dieron regalos de oro, incienso y mirra.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Al entrar en la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 y entrando en la casa, vieron al niño con su madre Miriam,° y postrándose lo adoraron; luego abrieron sus tesoros y le ofrecieron como presentes oro, incienso y mirra.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre y, postrados en tierra, lo adoraron. Abrieron luego sus cofres y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

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Mateo 2:11
33 Referans Kwoze  

Entonces su padre Israel les respondió: —Pues que así es, hacedlo; tomad de lo mejor de la tierra en vuestros sacos y llevad a aquel hombre un regalo, un poco de bálsamo, un poco de miel, aromas y mirra, nueces y almendras.


Luego dio ella al rey ciento veinte talentos de oro, mucha especiería y piedras preciosas. Nunca llegó tal cantidad de especias como la que dio la reina de Sabá al rey Salomón.


Llegó a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, oro en gran abundancia y piedras preciosas. Al presentarse ante Salomón, le expuso todo lo que en su corazón tenía.


Honrad al Hijo, para que no se enoje y perezcáis en el camino, pues se inflama de pronto su ira. ¡Bienaventurados todos los que en él confían!


Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos; desde palacios de marfil te recrean.


Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones.


Vivirá, y se le dará del oro de Sabá, y se orará por él continuamente; todo el día se le bendecirá.


Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová, nuestro hacedor,


«Tomarás especias finas: de mirra excelente, quinientos siclos, y de canela aromática, la mitad, esto es, doscientos cincuenta; de cálamo aromático, doscientos cincuenta;


Dijo además Jehová a Moisés: «Toma especias aromáticas, estacte y uña aromática, gálbano aromático e incienso puro; todo en cantidades iguales,


¿Qué es eso que sube del desierto cual columna de humo, perfumado de mirra e incienso, y de todo polvo aromático?


Multitud de camellos te cubrirá y dromedarios de Madián y de Efa. Vendrán todos los de Sabá trayendo oro e incienso, y publicarán las alabanzas de Jehová.


Uno de ellos tomará un puñado de la flor de harina de la ofrenda, con su aceite y todo el incienso que está sobre la ofrenda, y lo hará arder sobre el altar como un memorial de olor grato a Jehová.


Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia. Grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos;


una cuchara de oro de diez siclos, llena de incienso;


Las doce cucharas de oro llenas de incienso, de diez siclos cada cuchara, según el siclo del santuario; todo el oro de las cucharas era ciento veinte siclos.


El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando comprometida María, su madre, con José, antes que vivieran juntos se halló que había concebido del Espíritu Santo.


Mientras él aún hablaba a la gente, su madre y sus hermanos estaban afuera y le querían hablar.


Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo: —Verdaderamente eres Hijo de Dios.


Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.


preguntando: —¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarlo.


Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.


Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.


Vino también Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.


Yo me postré a sus pies para adorarlo, pero él me dijo: «¡Mira, no lo hagas! Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que mantienen el testimonio de Jesús. ¡Adora a Dios!» (El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.)


Cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Todos tenían arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.


Pero algunos perversos dijeron: «¿Cómo nos ha de salvar este?» Lo despreciaron y no le llevaron presentes; pero él disimuló.


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