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Oseas 2:3 - Biblia Palabra de Dios para Todos

3 Si no lo hace, le quitaré todo dejándola desnuda como el día en que nació. Me llevaré a su gente y la convertiré en un desierto; la transformaré en una tierra desolada y seca. Haré que muera de sed.

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Biblia Reina Valera 1960

3 no sea que yo la despoje y desnude, la ponga como el día en que nació, la haga como un desierto, la deje como tierra seca, y la mate de sed.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 De lo contrario, la desnudaré por completo, como estaba el día en que nació. Dejaré que muera de sed, como en un desierto desolado y árido.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Ustedes llamarán a sus hermanos Mi pueblo, y a sus hermanas, Amadas.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 No sea que la despoje Y la deje totalmente desnuda° Y la ponga como el día que nació, Y la deje como el desierto, Y la reduzca a tierra árida, Y la haga morir de sed,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Llamad a vuestro hermano: 'Mi-pueblo' y a vuestra hermana: 'Amada'.

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Oseas 2:3
27 Referans Kwoze  

Pero el pueblo tenía mucha sed y quería tomar agua, por eso siguieron quejándose en contra de Moisés. Le preguntaron: —¿Por qué nos sacaste de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y al ganado?


El país entristece y se debilita; el Líbano se avergüenza y se marchita. Sarón es como un desierto; Basán y el Carmelo están pelados.


Se te verá todo, quedarás desnuda. Voy a castigarte, no perdonaré a nadie».


Tus santas ciudades han quedado abandonadas. Sion quedó vacía, Jerusalén es un lugar arrasado.


Muchos pastores han destruido mi viñedo; han pisoteado por completo la tierra que me pertenecía. Han transformado mi tierra querida en una tierra desierta y desolada.


Y si te preguntas: «¿Por qué me sucede esto?» Pues por tus muchos pecados, te alzaron la falda y te violaron.


Yo también te alzaré la falda hasta cubrirte la cara para exponerte a la vergüenza.


Los ricos mandan a sus siervos por agua, pero ellos van a las cisternas y no la encuentran. Regresan con sus vasijas vacías, se sienten avergonzados y humillados se cubren la cabeza.


Será como un arbusto en el desierto que no experimentará la llegada del bien, pues está plantado en la sequedad del desierto; tierra árida, donde no vive nadie.


Y ustedes, los de esta generación, presten atención a lo que les dice el SEÑOR: ¿Acaso he sido como un desierto para Israel? ¿He sido como una tierra oscura y peligrosa para ellos? Entonces, ¿por qué dices, pueblo mío: “Somos libres, nunca más volveremos a ti”?


Nunca preguntaron: “¿Dónde está el SEÑOR que nos sacó de Egipto, que nos guió por el desierto, por tierra seca y en ruinas, que nos guió por tierra oscura y peligrosa, una tierra inexplorada en donde no vive nadie?”


Esto dice el SEÑOR sobre el palacio del rey de Judá: «Tú eres para mí como Galaad, como la cumbre del Líbano, pero prometo que te convertiré en un desierto. Tus ciudades quedarán sin habitantes.


Vi que la tierra fértil se había convertido en desierto y todas las ciudades habían sido destruidas por obra del SEÑOR. Su furia ardiente lo ocasionó.


Sus ciudades se han convertido en tierra desierta, seca y árida; están deshabitadas y nadie pasa por ahí.


Porque aunque Israel y Judá han llenado de pecado su país contra el Santo de Israel, ellos no han sido abandonados por su Dios, el SEÑOR Todopoderoso.


Cuando te prostituías y hacías todas estas abominaciones, nunca pensaste sobre la relación que teníamos cuando eras joven, cuando te encontré desnuda y cubierta de sangre.


»Y ahora está plantada en el desierto, en tierra árida y reseca.


Efraín es el más rico entre todos sus hermanos, pero vendrá un viento del oriente. El aliento del SEÑOR soplará desde el desierto. Los manantiales y fuentes de Efraín se secarán. El viento se llevará sus tesoros y objetos preciosos.


Pondré al descubierto su vergüenza ante todos sus amantes y ya nadie podrá rescatarla de mi poder.


La bestia y los diez cuernos que viste odiarán a la prostituta y le quitarán todo lo que tiene dejándola desnuda. Se comerán su cuerpo y lo quemarán.


Sansón tenía mucha sed y le dijo al SEÑOR: «Soy tu siervo, tú me has hecho ganar esta gran victoria. Te ruego que no me dejes morir de sed ahora, no dejes que me atrapen hombres que no han sido circuncidados».


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