Al llegar a la casa, los siervos de Absalón le preguntaron a la señora de la casa: —¿Dónde están Ajimaz y Jonatán? La mujer les dijo a los siervos de Absalón: —Cruzaron el arroyo. Entonces los siervos de Absalón se fueron a buscar a Jonatán y a Ajimaz, pero al no poder encontrarlos regresaron a Jerusalén.
Sísara estaba tan cansado que se quedó dormido. Mientras tanto, Jael fue a conseguir una estaca y un martillo, entró sin hacer ruido y clavó la estaca en la sien de Sísara. La estaca le atravesó la cabeza y se enterró en la tierra. Así fue como murió Sísara.