11 »Convertiré a la ciudad de Jerusalén en un montón de ruinas. Será una guarida de chacales. Dejaré convertidas en un desierto a las ciudades de Judá, y se quedarán sin habitantes».
11 «Haré de Jerusalén un montón de ruinas —dice el Señor—, y será un lugar frecuentado por chacales. Las ciudades de Judá serán abandonadas, y nadie vivirá en ellas».
11 ¿Quién es bastante sabio para comprender estos acontecimientos? ¿A quién se lo ha dicho la boca de Yavé para que lo publique? ¿Por qué el país está perdido, incendiado como el desierto, por donde nadie pasa?
11 ¿Quién es tan sabio que entienda esto? ¿A quién habló la boca de Yahveh, que pueda explicarlo? ¿Por qué el país se ha perdido, está abrasado como el desierto, sin que nadie pase?
Él habló delante de sus amigos y del ejército de Samaria diciendo: «¿Qué es lo que están haciendo estos judíos miserables? ¿Es que creen que los vamos a dejar que reconstruyan la muralla y que vuelvan a ofrecer sacrificios? A lo mejor piensan que van a poder terminar la muralla en un día y que podrán sacar piedras nuevas de ese montón de polvo y ruinas quemadas».
Sus fortalezas se llenarán de espinos y en sus ciudades amuralladas crecerán ortigas y cardos. Se volverá un refugio de chacales y un sitio para que vivan los búhos.
Yo confirmo la validez de la palabra de mi siervo y hago que se cumplan los planes de mis mensajeros. Yo soy el que dice de Jerusalén: “Volverá a ser habitada, la gente volverá a vivir allí”. Y acerca de las ciudades de Judá: “Serán reconstruidas” y de sus ruinas: “Las voy a restaurar”.
Llamaré a todas las familias de los reinos del norte, dice el SEÑOR. Los reyes de esas naciones vendrán y colocarán cada uno su trono a la entrada misma de Jerusalén. Atacarán las murallas que la rodean y atacarán todas las ciudades de Judá.
»Cuando le des este mensaje al pueblo, te dirán: “¿Por qué el SEÑOR ha decidido hacernos este mal tan grande? ¿Cuál es nuestro crimen? ¿Qué pecado hemos cometido en contra del SEÑOR nuestro Dios?”
Se la hice beber a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus jefes para convertirlas en una tierra seca y desolada, en un objeto de burla y modelo de maldición, como lo son hoy en día.
«Miqueas de Moréset solía profetizar en los días de Ezequías, rey de Judá, y le dijo a todo el pueblo de Judá: “Esto dice el SEÑOR Todopoderoso: Sion será un terreno arado, Jerusalén un montón de ruinas, y el monte del templo se convertirá en una colina cubierta de bosque”.
¿Por qué profetizas en el nombre del SEÑOR diciendo que a este templo le sucederá como a Siló y que esta ciudad será destruida y quedará deshabitada?» Y todo el pueblo se amontonó alrededor de Jeremías en el templo del SEÑOR.
Voy a dar la orden, dice el SEÑOR, de traerlos de regreso a esta ciudad y ellos la atacarán, la capturarán y la quemarán. Convertiré las ciudades de Judá en lugares desolados, sin ningún habitante”».
«Esto dice el SEÑOR Todopoderoso, Dios de Israel: “Ustedes han visto todo el sufrimiento que traje contra Jerusalén y todas las ciudades de Judá. Hoy en día están en ruinas y nadie vive allí.
Porque una nación del norte se ha levantado contra Babilonia para dejarla convertida en un desierto. Todos, seres humanos y animales, huirán y nadie volverá a vivir allí.
Los caminos que llevan a Sion están llorando; ya nadie viene a los festivales. Todos sus portales están desiertos. Los sacerdotes se lamentan, le arrebatan las jóvenes y Sion está llena de amargura.
El Señor lo destruyó todo y ninguna de las casas de Jacob quedó en pie. En su ira destruyó las fortalezas de la hija de Judá. Hizo que Judá se derrumbara e hirió a su reino y a sus príncipes.
Debido a eso, por culpa de ustedes, Sion se convertirá en un campo arado y Jerusalén se convertirá en un montón de ruinas. El monte del templo se convertirá en una colina llena de arbustos.
Eso sucederá porque obedeciste las órdenes del rey Omrí, porque sigues todas las costumbres de la familia real de Acab y porque obedeces sus mandatos. Por eso dejaré que seas destruida y la gente se burlará de los habitantes de la ciudad. Tendrás que soportar el desprecio de otras naciones».
Verán también que toda la tierra estará ardiendo en azufre y sal; sin ser plantada y sin cosechas, la vegetación no crecerá en ella; será como la destrucción de Sodoma y Gomorra, Admá y Zeboyín, las ciudades que el SEÑOR destruyó cuando estuvo muy enojado.
El ángel gritó muy fuerte: «¡Ha sido destruida! ¡La gran ciudad de Babilonia ha sido destruida! Ahora es un lugar para los demonios, un lugar para toda clase de espíritus malignos. Una ciudad llena de aves impuras y de toda clase de animales sucios y abominables.