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Éxodo 24:10 - Biblia Palabra de Dios para Todos

10 y vieron al Dios de Israel. Bajo los pies de él parecía haber un pavimento de piedras de lapislázuli tan claro como el cielo.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

10 y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Allí vieron al Dios de Israel. Debajo de sus pies parecía haber una superficie de lapislázuli de color azul brillante, tan clara como el mismo cielo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Contemplaron al Dios de Israel. Debajo de sus pies había algo parecido a un pavimento de zafiro transparente y tan esplendoroso como el mismo cielo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 y vieron al Dios de Israel: Bajo sus pies había como una hechura de piedra de zafiro, semejante en pureza a los mismos cielos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 y vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies había como un pavimento de zafiro, tan puro como el mismo cielo.

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Éxodo 24:10
28 Referans Kwoze  

Jacob llamó a ese sitio Penuel y dijo: «Aquí vi a Dios cara a cara y sin embargo, aun estoy vivo».


Jacob estaba cojeando debido a su cadera dislocada y, mientras pasaba por Penuel amaneció.


Pero Micaías siguió hablando de parte de Dios y le dijo: —Escucha este mensaje que el SEÑOR tiene para ti: Vi al SEÑOR sentado en su trono en el cielo. Todo el ejército del cielo estaba presente con él a su derecha y a su izquierda.


Ahora, SEÑOR, Dios de Israel, te pido que cumplas la promesa que le hiciste a tu siervo David.


Dios no le hizo daño a ninguno de estos líderes de Israel. Ellos vieron a Dios y comieron y bebieron.


Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Moisés se cubrió la cara porque tenía miedo de mirar a Dios.


Pero no vas a poder ver mi cara porque ningún ser humano puede ver mi cara y seguir con vida.


Cuando quite la mano, podrás ver mi espalda pero no mi rostro.


Sus brazos son fuertes y hermosos como varas de oro adornadas con piedras preciosas. Su torso es como marfil liso, cubierto con zafiros.


¿Quién es esa mujer que aparece como la aurora, bella como la luna, radiante como el sol y maravillosa como las estrellas?


Los nazareos de Jerusalén eran más puros que la nieve, más blancos que la leche. Su cuerpo era fuerte como el roble, y su cabello era hermoso como el zafiro.


En el quinto día del cuarto mes del año 30, mientras me encontraba entre los exiliados, junto al canal Quebar, el cielo se abrió y vi una visión celestial.


De pronto, sobre la bóveda que parecía zafiro y que estaba sobre los seres alados, vi que aparecía sobre ellos algo como un trono.


Señor, soy Daniel tu servidor y siento vergüenza por lo que me ha pasado. ¿Cómo crees que pueda seguir hablando contigo? En este momento todavía me falta la respiración».


Yo le hablo a él directamente, con claridad y sin acertijos. Él ve el aspecto del SEÑOR, ¿cómo es que ustedes se atrevieron a criticar a mi siervo Moisés?»


Allí, frente a ellos, Jesús se transformó. Su cara comenzó a brillar como el sol, y su ropa se volvió tan blanca como la luz.


Nadie ha visto jamás a Dios, pero el Hijo único, quien él mismo es Dios, nos lo ha dado a conocer. Él está lo más cercano al Padre.


Jesús le dijo: —He estado con ustedes mucho tiempo, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Por qué pides que les muestre al Padre?


No estoy diciendo que alguno haya visto al Padre. El único que ha visto al Padre es el que vino de Dios y él lo ha visto.


Dios es el único que no muere; vive en una luz tan brillante que nadie se le puede acercar. Nadie ha visto a Dios y nadie puede verlo. ¡A él sea el honor y poder por toda la eternidad! Así sea.


Nadie ha visto jamás a Dios. Sin embargo, si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se ha manifestado plenamente en nosotros.


En su mano derecha tenía siete estrellas y de su boca salía una espada de doble filo. Su cara se veía como el sol cuando brilla con fuerza.


La ciudad brillaba con la luz de Dios. Parecía una piedra preciosa, un diamante, y era clara como un cristal.


El que estaba sentado tenía la apariencia que tienen las piedras preciosas, como el diamante y el rubí. Alrededor del trono había un arco iris que parecía una esmeralda.


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