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Daniel 6:10 - Biblia Palabra de Dios para Todos

10 Daniel, sabiendo que el rey había firmado esa ley, de inmediato se fue a su casa y abrió las ventanas del segundo piso que daban hacia Jerusalén, y se arrodilló para orar y dar gracias a Dios, tal como siempre lo hacía tres veces al día.

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Biblia Reina Valera 1960

10 Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Sin embargo, cuando Daniel oyó que se había firmado la ley, fue a su casa y se arrodilló como de costumbre en la habitación de la planta alta, con las ventanas abiertas que se orientaban hacia Jerusalén. Oraba tres veces al día, tal como siempre lo había hecho, dando gracias a su Dios.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Cuando Daniel supo que había sido firmado ese decreto, entró en su casa; su pieza estaba en el segundo piso y las ventanas daban a Jerusalén. Tres veces al día Daniel se ponía de rodillas, oraba y alababa a Dios como lo había hecho siempre.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara alta que daban hacia Jerusalem, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como antes acostumbraba hacerlo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Así, pues, el rey Darío firmó el documento con la prohibición.

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Daniel 6:10
47 Referans Kwoze  

Escucha cuando tu pueblo Israel y tu siervo pidan tu favor en este lugar. ¡Por favor, escúchanos! Aunque vives en los cielos, escucha y perdónanos.


Si alguien de tu pueblo Israel ora o te suplica, consciente de la aflicción por la que está pasando, levantando los brazos hacia este lugar,


»Cuando obedeciendo tus órdenes salga tu pueblo para la guerra y pida al SEÑOR en oración hacia esta ciudad que tú elegiste y hacia el templo que construí para que se dé honra a tu nombre,


Salomón oró de rodillas ante el altar del SEÑOR, con los brazos levantados. Cuando terminó de orar al SEÑOR, se puso de pie.


Salomón había hecho una plataforma de bronce y la había ubicado en medio del patio. Medía 2.25 metros de largo, 2.25 metros de ancho y 1.35 metros de alto. Se paró ahí para pronunciar la bendición ante toda la congregación de Israel, levantó los brazos al cielo


si se vuelven a ti de todo corazón y con todo el ser en la tierra de sus enemigos donde estén cautivos, y si oran a ti hacia la tierra que les diste a sus antepasados, hacia la ciudad que elegiste y hacia el templo que he construido para que se dé honra a tu nombre,


Entonces, cuando era hora de hacer el sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, todavía vestido con mi ropa rasgada, me arrodillé con las manos extendidas hacia el SEÑOR mi Dios,


Pero yo le contesté: —¿Por qué tiene que huir un hombre como yo? Yo no le debo nada a nadie para tener que entrar al templo a salvar mi vida. Yo no tengo porque esconderme de nadie.


Bendigo al SEÑOR todo el tiempo; en mis labios siempre hay una alabanza para él.


Pero yo disfrutaré de tu presencia gracias a tu abundante y fiel amor. Y me inclinaré ante ti para adorarte en tu templo santo.


Rogaré y suplicaré a Dios mañana, tarde y noche, y él me escuchará.


Ten compasión de mí, Señor, pues a toda hora pido tu ayuda.


Vengan, postrémonos, inclinémonos; arrodillémonos ante el SEÑOR, nuestro Creador.


Entonces le dijeron al rey: —Daniel, uno de los deportados de Judá, no lo respeta a usted ni a la ley que usted firmó. Todo lo contrario, dice oraciones a su Dios tres veces al día.


Oré al SEÑOR mi Dios y le confesé mis faltas. Le dije: «Señor, Dios grande y poderoso, que guardas el pacto y proteges a los que te aman y cumplen tus mandamientos,


Pensé: “Me has echado de tu presencia, pero así y todo yo seguiré rogando hacia tu santo templo”.


Jesús le dijo al hombre que tenía la mano paralizada: —Levántate y ponte frente a todos.


«Si alguien viene a mí pero pone en primer lugar a su papá, a su mamá, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, no puede ser mi seguidor. El que me siga tiene que entregar hasta su propia vida.


Entonces Jesús se alejó un poco de ellos, se arrodilló y oró:


Al día siguiente a eso del mediodía, mientras ellos iban camino a Jope, Pedro subió a la azotea para orar.


Estos no están borrachos como ustedes piensan, porque son apenas las nueve de la mañana.


No me importa mi propia vida. Lo más importante es que yo termine el trabajo que el Señor Jesús me dio: dar testimonio de las buenas noticias acerca del generoso amor de Dios.


Cuando Pablo terminó de hablar, se arrodilló y oró con todos ellos.


Cuando terminamos nuestra visita, nos fuimos de allí y continuamos nuestro viaje. Todos los seguidores, incluso sus esposas y sus hijos, vinieron a las afueras de la ciudad para acompañarnos y para despedirse. Nos arrodillamos sobre la playa y oramos.


Un día a las tres de la tarde, la hora de la oración, Pedro y Juan subieron al área del templo.


Ahora, Señor, escucha sus amenazas y ayúdanos a nosotros que somos tus siervos a anunciar tu mensaje con valentía.


«Vayan al área del templo y cuéntenle a la gente todo el mensaje de la nueva vida».


Pero Pedro y los otros apóstoles respondieron: —Nosotros tenemos que obedecer a Dios antes que a los seres humanos.


Después, se arrodilló y gritó muy fuerte: «¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!» Y después de decir esto, murió.


Pedro sacó de la habitación a todos, se arrodilló y oró. Luego, volviéndose hacia el cuerpo de ella, le dijo: —Tabita, ¡levántate! Ella abrió los ojos y cuando vio a Pedro, se sentó.


Por eso me arrodillo para orar ante el Padre,


Además, mis cadenas han servido para animar a la mayoría de mis hermanos en el Señor a no tener miedo de dar a conocer el mensaje.


Mi principal deseo y esperanza es no fallarle a Cristo. Espero seguir, como siempre, teniendo el valor necesario para honrar a Cristo a través de mi vida, sin importar si vivo o muero.


No se preocupen por nada, más bien pídanle al Señor lo que necesiten y agradézcanle siempre.


Siempre dediquen al Señor Jesús todo lo que digan y lo que hagan, dando gracias a Dios Padre a través de Jesús.


Por medio de Jesús ofrezcamos siempre un sacrificio a Dios. Ese sacrificio es la alabanza que viene de los labios que proclaman su nombre.


Entonces, acerquémonos con confianza al trono de Dios que es generoso. Allí recibiremos su compasión y su bondad para ayudarnos cuando lo necesitemos.


No te asustes por los sufrimientos que vienen. Escucha, el diablo va a meter a algunos de ustedes en la cárcel para ponerlos a prueba. Van a sufrir durante diez días, pero sigue firme en tu fe, incluso si tienes que morir. Si no renuncias a tu fe, yo te premiaré con la vida eterna.


»Sé que vives donde Satanás tiene su trono; aun así, has sido muy leal conmigo y no renunciaste a tu fe en mí ni siquiera cuando mataron a Antipas, mi fiel testigo, en esa ciudad donde vive Satanás.


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