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2 Samuel 23:10 - Biblia Palabra de Dios para Todos

10 pero Eleazar se quedó y peleó contra los filisteos hasta que se le cansó tanto la mano que se le quedó pegada a la espada. Ese día el SEÑOR ganó una gran victoria. El pueblo de Israel regresó, pero solo para tomar las pertenencias de los muertos.

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Biblia Reina Valera 1960

10 Este se levantó e hirió a los filisteos hasta que su mano se cansó, y quedó pegada su mano a la espada. Aquel día Jehová dio una gran victoria, y se volvió el pueblo en pos de él tan solo para recoger el botín.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Siguió matando a filisteos hasta que se le cansó la mano para levantar su espada, y ese día el Señor le dio una gran victoria. ¡El resto del ejército regresó recién a la hora de recoger el botín!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 pero él les hizo frente; peleó con los filisteos hasta quedar con la mano tan cansada que se le crispó en la espada. Ese día Yavé otorgó una gran victoria. El ejército volvió inmediatamente, pero no tuvo más que despojar a los enemigos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Éste se levantó e hirió a los filisteos hasta que su mano se cansó y se quedó pegada a la espada. En aquel día YHVH dio una gran victoria, y el pueblo volvió en pos de él sólo para tomar el botín.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 él se mantuvo firme e hirió a los filisteos hasta que se le cansó la mano y se le quedó pegada a la espada. Aquel día le otorgó Yahveh una gran victoria, de tal suerte que el ejército volvió sobre sus pasos, aunque sólo para recoger los despojos.

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2 Samuel 23:10
20 Referans Kwoze  

pero Sama se paró en medio del campo y lo defendió, hasta que derrotó a los filisteos. Ese día el SEÑOR le dio a Israel una gran victoria.


Naamán, general del ejército del rey de Siria, era muy importante y valioso para su rey porque el SEÑOR lo usó para darle victoria a Siria. Pero aunque Naamán era un hombre importante y poderoso, sufría de una enfermedad de la piel muy grave.


y estaba con David en Pasdamín cuando los filisteos se habían reunido para la batalla. Allí había un terreno lleno de sembrados de cebada y cuando los israelitas huían de los filisteos,


Con Dios conseguiremos la victoria; ¡él pisoteará a nuestros enemigos!»


Tú eres el que salva a los reyes y libras a tu siervo David de las armas de sus enemigos.


«¡Los ejércitos de los reyes poderosos se han ido lejos de aquí! La mujer que se quedó en casa reparte todo el botín.


Por lo tanto, yo haré que esté al lado de los grandes, y que comparta el botín con los poderosos. Porque él se entregó voluntariamente a la muerte. Fue tratado como un criminal, pero en realidad el cargó sobre sí el castigo que muchos merecían. Ahora él está ante mí, intercediendo por los pecadores».


No voy a contarles lo que he hecho, sino lo que Cristo ha logrado conmigo para guiar a los que no son judíos hacia la obediencia a Dios. Ellos han obedecido gracias a lo que les he dicho y a lo que he hecho.


No nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor. Nos presentamos como siervos de ustedes en nombre de Jesús.


El SEÑOR los hizo entrar en pánico cuando vieron a los israelitas, quienes les causaron una gran derrota en Gabaón, y los persiguieron por todo el camino que va hasta Bet Jorón. Les siguieron causando bajas a los amorreos hasta Azeca y Maquedá.


Josué capturó de una sola vez a todos estos reyes y su tierra, porque el SEÑOR, el Dios de Israel, estaba peleando a favor de Israel.


y el SEÑOR le permitió a Israel derrotarlos. Los atacaron y los persiguieron hasta la gran ciudad de Sidón y Misrefot Mayin, y hasta el oriente del valle de Mizpa. Los persiguieron y atacaron hasta que ninguno de sus enemigos quedó vivo.


Sansón llegó a la ciudad de Lehí y los filisteos salieron a recibirlo gritando de alegría. Luego el Espíritu del SEÑOR vino sobre Sansón con mucho poder, así que pudo romper las ataduras como si fueran simples cuerdas deshilachadas. Las cuerdas cayeron de sus brazos como si se hubieran derretido.


Sansón tenía mucha sed y le dijo al SEÑOR: «Soy tu siervo, tú me has hecho ganar esta gran victoria. Te ruego que no me dejes morir de sed ahora, no dejes que me atrapen hombres que no han sido circuncidados».


Pero Saúl dijo: —¡No! No maten a nadie hoy que el SEÑOR ha liberado a Israel.


Así, salvó el SEÑOR a los israelitas aquel día. La batalla se extendió más allá de Bet Avén. Todo el ejército estaba con Saúl, quien ahora tenía alrededor de 10 000 soldados. La batalla se extendió hasta cada ciudad de la sierra de Efraín.


Entonces Jonatán le dijo a su escudero: —Vamos al campamento de esos paganos. Tal vez el SEÑOR nos permita derrotarlos. Nada puede detener al SEÑOR. No importa si tenemos muchos soldados o solo unos pocos.


Después de perseguir a los filisteos, los israelitas regresaron al campamento filisteo para saquearlo.


Hasta arriesgó su vida cuando mató a Goliat. Tú viste cuando el SEÑOR le dio esa gran victoria a todo Israel, y estuviste muy contento. ¿Por qué ahora quieres matar a David? Él es inocente, no hay razón para matarlo.


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