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2 Reyes 8:4 - Biblia Palabra de Dios para Todos

4 El rey estaba conversando con Guiezi, el siervo del hombre de Dios. El rey le decía a Guiezi: —Por favor, cuéntame todas las cosas maravillosas que Eliseo ha hecho.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

4 Y había el rey hablado con Giezi, criado del varón de Dios, diciéndole: Te ruego que me cuentes todas las maravillas que ha hecho Eliseo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 Cuando ella entró, el rey estaba conversando con Giezi, el sirviente del hombre de Dios, y acababa de decirle: «Cuéntame algunas de las grandes cosas que ha hecho Eliseo».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 El rey estaba hablando con Guejazí, sirviente del hombre de Dios: 'Cuéntame, le decía, todas las cosas extraordinarias que ha hecho Eliseo'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 Y el rey hablaba a Giezi, siervo del varón de Dios, diciendo: Cuéntame ahora todos los prodigios que ha hecho Eliseo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Estaba el rey hablando con Guejazí, el criado del varón de Dios, y le decía: 'Cuéntame todos los prodigios que hizo Eliseo'.

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2 Reyes 8:4
24 Referans Kwoze  

golpeó el agua con el manto y dijo: «¿Dónde está el SEÑOR, el Dios de Elías?» Cuando Eliseo golpeó el agua, el río se separó en dos y Eliseo lo cruzó.


Eliseo se dio vuelta, los miró y los maldijo en el nombre del SEÑOR. De pronto salieron dos osas del bosque y los atacaron, despedazando a 42 de ellos.


Eliseo le dijo a su siervo Guiezi: —Llama a esta mujer sunamita. El siervo la llamó y ella fue y lo atendió.


La mujer fue al monte Carmelo para buscar al hombre de Dios. Cuando el hombre de Dios vio que la sunamita se acercaba, Eliseo le dijo a su siervo Guiezi: —¡Mira, ahí está la sunamita!


Así que Naamán hizo lo que el hombre de Dios había dicho. Bajó y se lavó en el Jordán siete veces, ¡y quedó puro y limpio! Su piel se volvió tan suave como la de un niño.


El rey mandó un mensajero a Eliseo, quien se encontraba sentado en su casa junto con los ancianos. Antes de que llegara el mensajero, Eliseo les dijo a los ancianos: «Miren, aquel hijo de asesino me manda alguien para cortarme la cabeza. Cuando llegue el mensajero, cierren la puerta y asegúrenla contra él, no lo dejen entrar. Ya oigo los pasos de su amo detrás de él».


El hombre de Dios le dijo: —¿Por dónde cayó? El hombre le indicó a Eliseo el lugar donde se le había caído el hacha. Entonces Eliseo cortó un palo y lo tiró al agua. El palo hizo que el hacha de hierro flotara.


Eliseo respondió: —¡Escuchen el mensaje del SEÑOR! El SEÑOR dice: “Mañana a estas horas, a la entrada de la ciudad, se podrán comprar 3 kilos de sémola por tan solo una moneda de plata, y 6 kilos de cebada por el mismo precio”.


Así que los hombres se acercaron a los porteros de la ciudad y les dijeron: «Nosotros fuimos al campamento de los sirios y, mira, no hay nadie. No se escucha nada, solo el ruido de los caballos y de los asnos que están atados. Las carpas las dejaron tal como estaban».


Cuatro hombres que sufrían una grave enfermedad de la piel estaban en la puerta de la ciudad se dijeron unos a otros: —¿De qué nos sirve estar aquí sentados esperando la muerte?


Después de ese tiempo regresó a su tierra y fue a hablar con el rey para averiguar cómo recuperar su casa y tierras.


Luego los mandó a Belén y les dijo: —Vayan y averigüen todo lo que puedan acerca de ese niño y, cuando lo sepan todo, avísenme para que yo también pueda ir a adorarle.


Cuando Herodes vio a Jesús, se puso muy contento porque había oído mucho de él y quería conocerlo desde hacía mucho tiempo. Esperaba verlo hacer algún milagro.


Pero Herodes dijo: «Yo le corté la cabeza a Juan. Entonces ¿quién es este del que oigo decir todo esto?» Y trataba de ver a Jesús.


Él les respondió: —Ya les dije, pero ustedes no lo quieren aceptar. ¿Por qué lo quieren oír otra vez? ¿Es que también quieren hacerse sus seguidores?


Después de algunos días, Félix vino con su esposa Drusila, quien era judía. Él pidió que le trajeran a Pablo y lo escuchó hablar sobre la fe en Jesucristo.


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