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Mateo 20:8 - Biblia Arcas-Fernandez (Nuevo Testamento)

8 Al terminar la jornada, el amo de la viña ordenó a su capataz: 'Llama a los jornaleros y págales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros.'

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Biblia Reina Valera 1960

8 Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 »Aquella noche, le dijo al capataz que llamara a los trabajadores y les pagara, comenzando por los últimos que había contratado.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Al anochecer, dijo el dueño de la viña a su mayordomo: 'Llama a los trabajadores y págales su jornal, empezando por los últimos y terminando por los primeros.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Llegado el atardecer,° el señor de la viña dice a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal,° comenzando desde los postreros hasta los primeros.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Al atardecer, dice el señor de la viña a su administrador: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y acabando por los primeros'.

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Mateo 20:8
22 Referans Kwoze  

Le contestaron: 'Porque nadie nos ha contratado'. El les dijo: 'Pues id también vosotros a la viña.'


Se presentaron, pues, los que habían comenzado a trabajar sobre las cinco de la tarde y recibieron el salario correspondiente a una jornada completa.


Al cabo de mucho tiempo regresó el amo se puso a hacer cuentas con sus criados.


Cuando el Hijo del hombre venga con todo su esplendor y acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso.


Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tenga, porque el que trabaja tiene derecho a su salario. No vayáis de casa en casa.


El Señor le contestó: - Vosotros portaos como el administrador fiel e inteligente a quien su amo pone al frente de la casa y le encarga que a su hora tenga dispuestas las raciones de comida para la servidumbre.


Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana y muchas otras. Todas ellas asistían con sus propios recursos a Jesús y sus discípulos.


Porque todos nosotros tenemos que presentarnos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba el premio o el castigo que le corresponde por lo que hizo durante su vida mortal.


Es preciso, en efecto, que el dirigente de la Iglesia, como dispensador que es de los dones de Dios, sea un hombre irreprochable. No debe ser arrogante, ni colérico, ni borracho, ni pendenciero, ni amigo de negocios sucios.


De manera semejante, Cristo se ofreció una sola vez en sacrificio para quitar los pecados de los hombres; después se mostrará por segunda vez, pero ya no en relación con el pecado, sino para bien de quienes esperan de él la salvación definitiva.


Que todos, como buenos administradores de los múltiples dones de Dios, pongan al servicio de los demás el don que recibieron.


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