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Hebreos 1:3 - Biblia Arcas-Fernandez (Nuevo Testamento)

3 Y el Hijo, que es reflejo resplandeciente de la gloria de Dios e imagen perfecta de su ser, sostiene el universo valiéndose de su palabra poderosa, y, después de habernos purificado del pecado, comparte en las alturas, junto al trono de Dios, su poder soberano.

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Biblia Reina Valera 1960

3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 El Hijo irradia la gloria de Dios y expresa el carácter mismo de Dios, y sostiene todo con el gran poder de su palabra. Después de habernos limpiado de nuestros pecados, se sentó en el lugar de honor, a la derecha del majestuoso Dios en el cielo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 El es el resplandor de la Gloria de Dios y en él expresó Dios lo que es en sí mismo. El, cuya palabra poderosa mantiene el universo, también es el que purificó al mundo de sus pecados, y luego se sentó en los cielos, a la derecha del Dios de majestad.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 quien siendo el resplandor de su gloria y la imagen misma de su ser, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de los° pecados,° se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en las alturas,

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Hebreos 1:3
42 Referans Kwoze  

- Maestro, Moisés dijo: Si un hombre casado muere sin haber tenido hijos, su hermano deberá casarse con la viuda, y los hijos que de ella tenga serán considerados como descendientes del difunto.


Después de hablar a sus discípulos, Jesús, el Señor, ascendió al cielo y se sentó al lado de Dios, en el lugar de honor.


Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros; y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.


Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: - Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.


era ya vida en él, y esa vida era luz para los hombres;


El poder de Dios le ha elevado a la máxima dignidad, y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha repartido en abundancia, como estáis viendo y oyendo.


- Escuchadme - dijo -, veo el cielo abierto, y al Hijo del hombre de pie al lado de Dios, en el lugar de honor.


No me avergüenzo de anunciar este mensaje, que es fuerza salvadora de Dios para todo creyente, tanto si es judío como si no lo es.


¿Quién se atreverá a condenarnos? ¡Cristo Jesús es quien murió; más aún, resucitó y está al lado de Dios, en el lugar de honor intercediendo por nosotros!


para esos incrédulos cuya mente está de tal manera cegada por el dios de este mundo, que ya no son capaces de distinguir el resplandor del glorioso mensaje evangélico de Cristo, imagen de Dios.


¡Habéis resucitado con Cristo! Orientad, pues, vuestra vida hacia el cielo, donde está Cristo sentado al lado de Dios, en el lugar de honor.


El se entregó por nosotros a fin de liberarnos de toda maldad y convertirnos en pueblo suyo limpio y elegido, totalmente entregado a la práctica del bien.


¿A qué ángel, en fin, dijo Dios alguna vez: Siéntate a mi derecha hasta que yo ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?


Cristo, en cambio, después de ofrecer un solo sacrificio para obtener el perdón de los pecados, comparte por siempre el poder soberano de Dios.


Nuestra meta ha de ser Jesús, origen y plenitud de nuestra fe; Jesús, que, renunciando a una vida placentera, afrontó sin acobardarse la muerte ignominiosa de la cruz y ahora comparte el poder soberano de Dios.


Y ya que contamos con un sumo sacerdote excepcional, Jesús, el Hijo de Dios, encumbrado hasta el trono mismo de Dios, mantengámonos firmes en la fe que profesamos.


No como los demás sumos sacerdotes, que necesitan ofrecer sacrificios a diario por sus propios pecados primero, y después por los del pueblo. Jesús lo hizo de una vez por todas ofreciéndose a sí mismo.


Este es, pues, el punto central de cuanto venimos diciendo: que tenemos, junto al mismo trono celestial de Dios, un sumo sacerdote


Para que un testamento surta efecto es preciso comprobar que ha muerto quien lo otorgó; en vida del testador no tiene ningún valor; sólo su muerte confiere plena validez al testamento.


ya que, de haberse ofrecido a sí mismo muchas veces, otras tantas tendría que haberse padecido y muerto desde que existe el mundo. No; Cristo se ha manifestado una sola vez ahora, en el momento culminante de la historia, destruyendo el pecado con el sacrificio de sí mismo.


Gracias a él, creéis en Dios, que le resucitó triunfante de la muerte y le llenó de gloria. Así, vuestra fe y vuestra esperanza descansan en Dios.


que, ascendido al cielo, comparte el poder soberano de Dios y tiene bajo bajo su autoridad a todas las potencias celestiales.


Cuando os anunciamos la venida gloriosa y plena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos como si se tratara de leyendas fantásticas, sino como testigos oculares de su majestad.


El recibió, en efecto, honor y gloria cuando la sublime voz de Dios padre resonó sobre él diciendo: 'Este es mi Hijo amado, en quién me complazco.'


Pero, si vivimos en la luz, como él vive en la luz, entonces todos participamos de la misma vida, y la muerte de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.


Y sabéis que Jesucristo, estando limpio de pecado, vino a borrar nuestros pecados.


Sólo Dios, nuestro Salvador, puede manteneros limpios de pecados y conduciros alegres e intachables hasta su gloriosa presencia. A él sea la gloria, la majestad, la soberanía y el poder, por medio de nuestro Señor Jesucristo, desde antes de todos los tiempos, ahora y por los siglos de los siglos sin fin. Amén.


Al vencedor le sentaré en mi trono, junto a mí, así como yo he vencido y me he sentado junto a mi Padre en su mismo trono.


- Señor y Dios nuestro: ¡Quién como tú merecedor de la gloria, del honor y del poder! Porque tú has creado todas las cosas; en tu designio existían, y fueron creadas.


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