La circuncisión le vino después como una señal, como un sello garantizador de que, antes de estar circuncidado, ya le había sido concedida la amistad divina mediante la fe. Así, Abraham se ha convertido en padre de todos los que creen sin estar circuncidados, por cuanto también a ellos Dios les ofrece el ser restablecidos en su amistad.
A vosotros Dios os ha injertado en Cristo Jesús, que se ha convertido a su vez, para nosotros, en sabiduría, en fuerza salvadora, santificadora y liberadora.
Cristo fue del todo inocente; más, por nosotros, Dios le trató como al propio pecado, para que por medio de él experimentemos nosotros la fuerza salvadora de Dios.
Por el contrario, cuantos viven pendientes de cumplir la Ley están bajo el peso de una maldición. Así lo dice la Escritura: Maldito sea quien no cumpla en todo momento lo escrito en el libro de la Ley.
Quiero estar unido a él, no en fuerza de que yo haya cumplido la Ley, sino por haber creído en Cristo, es decir, en virtud de la fuerza salvadora que Dios nos concede como respuesta a la fe.
Simón Pedro, servidor y apóstol de Jesucristo, a los que, en virtud de la fuerza salvadora de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, les ha sido otorgada, lo mismo que a nosotros, una fe de tan alto valor.