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Mateo 6:9 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

9 »Vosotros, pues, orad así: »“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre,

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Biblia Reina Valera 1960

9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Ora de la siguiente manera: Padre nuestro que estás en el cielo, que sea siempre santo tu nombre.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Ustedes, pues, recen así: Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre,

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Vosotros pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre;

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Mateo 6:9
43 Referans Kwoze  

para que tu nombre sea siempre exaltado, y para que todos digan: “¡El Señor Todopoderoso es Dios de Israel!” Entonces la dinastía de tu siervo David quedará establecida en tu presencia.


óyelo tú desde el cielo, donde habitas, y concédele cualquier petición que te haga. Así todos los pueblos de la tierra conocerán tu nombre y, al igual que tu pueblo Israel, tendrán temor de ti y comprenderán que en este templo que he construido se invoca tu nombre.


para que tu nombre permanezca y sea exaltado por siempre, y para que todos digan: “¡El Señor Todopoderoso es el Dios de Israel!” Entonces la dinastía de tu siervo David quedará establecida en tu presencia.


y dijo: «Señor, Dios de nuestros antepasados, ¿no eres tú el Dios del cielo, y el que gobierna sobre todas las naciones? ¡Es tal tu fuerza y tu poder que no hay quien pueda resistirte!


Y los levitas Jesúa, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías clamaron: «¡Vamos, bendecid al Señor vuestro Dios desde ahora y para siempre! ¡Bendito seas, Señor! ¡Sea exaltado tu glorioso nombre, que está por encima de toda bendición y alabanza!


Pagó el precio del rescate de su pueblo y estableció su pacto para siempre. ¡Su nombre es santo e imponente!


Nuestro Dios está en los cielos y puede hacer lo que le parezca.


Bendito sea Dios el Señor, el Dios de Israel, el único que hace obras portentosas.


Ahora, pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que solo tú, Señor, eres Dios».


Porque lo dice el excelso y sublime, el que vive para siempre, cuyo nombre es santo: «Yo habito en un lugar santo y sublime, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados.


Y se decían el uno al otro: «Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria».


Pero tú eres nuestro Padre, aunque Abraham no nos conozca ni nos reconozca Israel; tú, Señor, eres nuestro Padre; ¡tu nombre ha sido siempre «nuestro Redentor»!


A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.


Así dice el Señor: «El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me podéis construir? ¿Qué morada me podéis ofrecer?


Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que habéis profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre vosotros, las naciones sabrán que yo soy el Señor. Lo afirma el Señor omnipotente.


De esta manera mostraré mi grandeza y mi santidad, y me daré a conocer ante muchas naciones. Entonces sabrán que yo soy el Señor”.


Moisés le dijo a Aarón: «De esto hablaba el Señor cuando dijo: »“Entre los que se acercan a mí manifestaré mi santidad, y ante todo el pueblo manifestaré mi gloria”». Y Aarón guardó silencio.


Porque así como las aguas cubren los mares, así también se llenará la tierra del conocimiento de la gloria del Señor.


El Señor reinará sobre toda la tierra. En aquel día el Señor será el único Dios, y su nombre será el único nombre.


Porque, desde donde nace el sol hasta donde se pone, grande es mi nombre entre las naciones. En todo lugar se ofrece incienso y ofrendas puras a mi nombre, porque grande es mi nombre entre las naciones —dice el Señor Todopoderoso—.


¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre;


Y no llaméis “padre” a nadie en la tierra, porque tenéis un solo Padre, y él está en el cielo.


Os digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre.


Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad».


Así brille vuestra luz delante de todos, para que ellos puedan ver vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en el cielo.


Por tanto, sed perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto.


»Porque, si perdonáis a otros sus ofensas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial.


Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.


Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!


Tengo que volver a mi padre y decirle: Papá, he pecado contra el cielo y contra ti.


El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo”.


«Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad».


―Suéltame, porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles: “Vuelvo a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es vuestro Dios”.


Os escribo a todos vosotros, los amados de Dios que estáis en Roma, que habéis sido llamados a ser santos. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo os concedan gracia y paz.


Y vosotros no recibisteis un espíritu que de nuevo os esclavice al miedo, sino el Espíritu que os adopta como hijos y os permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»


Pablo, apóstol, no por investidura ni mediación humanas, sino por Jesucristo y por Dios Padre, que lo levantó de entre los muertos;


Vosotros ya sois hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba! ¡Padre!»


al único inmortal, que vive en luz inaccesible, a quien nadie ha visto ni puede ver, a él sea el honor y el poder eternamente. Amén.


Ya que invocáis como Padre al que juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vivid con temor reverente mientras seáis peregrinos en este mundo.


«Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas».


Cantaban con todas sus fuerzas: «¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!»


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