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Mateo 2:11 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

11 Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y, postrándose, le adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Entraron en la casa y vieron al niño con su madre, María, y se inclinaron y lo adoraron. Luego abrieron sus cofres de tesoro y le dieron regalos de oro, incienso y mirra.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Al entrar en la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 y entrando en la casa, vieron al niño con su madre Miriam,° y postrándose lo adoraron; luego abrieron sus tesoros y le ofrecieron como presentes oro, incienso y mirra.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre y, postrados en tierra, lo adoraron. Abrieron luego sus cofres y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

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Mateo 2:11
33 Referans Kwoze  

Entonces Israel, su padre, les dijo: ―Ya que no hay más remedio, haced lo siguiente: Echad en vuestros costales los mejores productos de esta región, y llevádselos de regalo a ese hombre: un poco de bálsamo, un poco de miel, perfumes, mirra, nueces, almendras.


Luego la reina le regaló a Salomón tres mil novecientos sesenta kilos de oro, piedras preciosas y gran cantidad de perfumes. Nunca más llegaron a Israel tantos perfumes como los que la reina de Sabá le obsequió al rey Salomón.


Llegó a Jerusalén con un séquito muy grande. Sus camellos llevaban perfumes y grandes cantidades de oro y piedras preciosas. Al presentarse ante Salomón, le preguntó todo lo que tenía pensado,


Besadle los pies, no sea que se enoje y seáis destruidos en el camino, pues su ira se inflama de repente. ¡Dichosos los que en él buscan refugio!


Aroma de mirra, áloe y canela exhalan todas tus vestiduras; desde los palacios adornados con marfil te alegra la música de cuerdas.


Que le paguen tributo los reyes de Tarsis y de las costas remotas; que los reyes de Sabá y de Seba le traigan presentes.


¡Que viva el rey! ¡Que se le entregue el oro de Sabá! Que se ore por él sin cesar; que todos los días se le bendiga.


Venid, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor.


«Toma las siguientes especias finas: seis kilos de mirra líquida, tres kilos de canela aromática, tres kilos de caña aromática,


El Señor le dijo a Moisés: «Toma una misma cantidad de resina, ámbar, gálbano e incienso puro,


¿Qué es eso que sube por el desierto semejante a una columna de humo, entre aromas de mirra e incienso, entre exóticos perfumes?


Te llenarás con caravanas de camellos, con dromedarios de Madián y de Efa. Vendrán todos los de Sabá, cargando oro e incienso y proclamando las alabanzas del Señor.


El sacerdote tomará de la ofrenda un puñado de flor de harina con aceite, así como todo el incienso que está sobre la ofrenda de cereal. Todo esto lo quemará en el altar, como ofrenda memorial de aroma grato al Señor.


Porque, desde donde nace el sol hasta donde se pone, grande es mi nombre entre las naciones. En todo lugar se ofrece incienso y ofrendas puras a mi nombre, porque grande es mi nombre entre las naciones —dice el Señor Todopoderoso—.


También presentó una bandeja de oro de ciento diez gramos, llena de incienso.


Las doce bandejas de oro llenas de incienso pesaban ciento diez gramos cada una, según la tasación oficial del santuario. El peso total de las bandejas de oro era de un kilo con cuatrocientos gramos.


El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero, antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo.


Mientras Jesús hablaba a la multitud, se presentaron su madre y sus hermanos. Se quedaron afuera, y deseaban hablar con él.


Y los que estaban en la barca lo adoraron diciendo: ―Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios.


Al ver la estrella, se llenaron de alegría.


―¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—. Vimos salir su estrella y hemos venido a adorarlo.


Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que estaba acostado en el pesebre.


Llegando en ese mismo momento, Ana dio gracias a Dios y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.


También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, llegó con unos treinta y cuatro kilos de una mezcla de mirra y áloe.


Me postré a sus pies para adorarle. Pero él me dijo: «¡No, cuidado! Soy un siervo como tú y como tus hermanos que se mantienen fieles al testimonio de Jesús. ¡Adora solo a Dios! El testimonio de Jesús es el espíritu que inspira la profecía».


Cuando lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios.


Pero algunos insolentes protestaron: «¿Y este es el que nos va a salvar?» Y fue tanto su desprecio por Saúl que ni le ofrecieron regalos. Saúl, por su parte, no les hizo caso.


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