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Levítico 26:16 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

16 entonces yo mismo os castigaré con un terror repentino, con enfermedades y con fiebre que os debilitarán, os harán perder la vista y acabarán con vuestra vida. En vano sembraréis vuestra semilla, porque se la comerán vuestros enemigos.

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Biblia Reina Valera 1960

16 yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma; y sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 yo los castigaré. Traeré sobre ustedes terrores repentinos: enfermedades debilitantes y altas fiebres que harán que sus ojos fallen y que su vida se consuma poco a poco. Sembrarán sus cosechas en vano porque sus enemigos se las comerán.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 entonces miren lo que haré yo con ustedes. Mandaré sobre ustedes el terror, la peste y la fiebre; sus ojos se debilitarán y su salud irá en desmedro. Ustedes sembrarán en vano la semilla, pues se la comerán los enemigos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 Yo también haré esto con vosotros: Os impondré como castigo el terror súbito: tisis y fiebre que consuman los ojos y hagan languidecer el alma. En vano sembraréis vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 entonces yo haré con vosotros lo siguiente: os enviaré el terror, la consunción y la fiebre, que os apagarán la vista y os agotarán el aliento. Sembraréis en balde vuestra semilla, pues serán vuestros enemigos quienes se la comerán.

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Levítico 26:16
35 Referans Kwoze  

»Cuando en el país haya hambre, peste, sequía, o plagas de langostas o saltamontes en los sembrados, o cuando el enemigo sitie alguna de nuestras ciudades; en fin, cuando venga cualquier calamidad o enfermedad,


El terror lo asalta por doquier, y anda tras sus pasos.


Cuando del hígado y de la espalda intente sacarse la punta de la flecha, se verá sobrecogido de espanto,


¡que se coman otros lo que yo he sembrado, y que sean destruidas mis cosechas!


Pon en su contra a un malvado; que a su derecha esté su acusador.


¡En un instante serán destruidos, totalmente consumidos por el terror!


Por tanto, Dios hizo que sus días se esfumaran como un suspiro, que sus años acabaran en medio del terror.


Les dijo: «Yo soy el Señor vuestro Dios. Si escucháis mi voz y hacéis lo que yo considero justo, y si cumplís mis leyes y mandamientos, no traeré sobre vosotros ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor, que os devuelvo la salud».


La maldición del Señor cae sobre la casa del malvado; su bendición, sobre el hogar de los justos.


No les quedará más remedio que humillarse entre los cautivos o morir entre los masacrados. A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado; ¡su mano aún sigue extendida!


Por su mano derecha, por su brazo poderoso, ha jurado el Señor: «Nunca más daré a tus enemigos tu grano como alimento, ni se beberá gente extranjera el vino nuevo por el que trabajaste.


En el palacio de David se recibió la noticia de que Siria se había aliado con Efraín, y se estremeció el corazón de Acaz y el de su pueblo, como se estremecen por el viento los árboles del bosque.


Sembraron trigo y cosecharon espinos; ¡de nada les valió su esfuerzo! Por causa de la ardiente ira del Señor se avergonzarán de sus cosechas».


»Enviaré contra ellos cuatro clases de calamidades —afirma el Señor—: la espada para matar, los perros para arrastrar, las aves del cielo para devorar y las bestias de la tierra para destruir.


Haré que sus viudas sean más numerosas que la arena de los mares; en pleno día enviaré destrucción contra las madres de los jóvenes. De repente haré que caigan sobre ellas la angustia y el pavor.


Porque así dice el Señor: “Te voy a convertir en terror para ti mismo y para tus amigos, los cuales caerán bajo la espada de sus enemigos, y tú mismo lo verás. Entregaré a todo Judá en manos del rey de Babilonia, el cual los deportará a Babilonia o los matará a filo de espada.


Acabarán con tu cosecha y tu alimento, devorarán a tus hijos e hijas, matarán a tus rebaños y ganados, y destruirán tus viñas y tus higueras. Tus ciudades fortificadas, en las que pusiste tu confianza, serán pasadas a filo de espada.


Llevaréis el turbante sobre la cabeza y os calzaréis los pies. No lloraréis ni haréis lamentos, sino que os pudriréis a causa de vuestros pecados y gemiréis unos con otros.


»Hijo de hombre, diles a los israelitas: “Vosotros decís: ‘Nuestras rebeliones y nuestros pecados pesan sobre nosotros, y nos estamos consumiendo en vida. ¿Cómo podremos vivir?’ ”


Por eso, como pisoteáis al desvalido y le imponéis tributo de grano, no viviréis en las casas de piedra labrada que habéis construido, ni beberéis del vino de los selectos viñedos que habéis plantado.


Lo que siembres no lo cosecharás, ni usarás el aceite de las aceitunas que exprimas, ni beberás el vino de las uvas que pises.


»Sembráis mucho, pero cosecháis poco; coméis, pero no quedáis satisfechos; bebéis, pero no llegáis a saciaros; os vestís, pero no lográis abrigaros; y al jornalero se le va su salario como en saco roto».


»Esta es la plaga con la que el Señor herirá a todos los pueblos que pelearon contra Jerusalén: Se les pudrirá la carne en vida, se les pudrirán los ojos en las cuencas, y se les pudrirá la lengua en la boca.


»Por esto, voy a reprender a vuestros descendientes. Os arrojaré a la cara los desperdicios de los sacrificios de vuestras fiestas, y os barreré junto con ellos.


Devorará las crías de tu ganado y las cosechas de tu tierra, hasta aniquilarte. No te dejará trigo, ni mosto ni aceite, ni terneras en las manadas, ni corderos en los rebaños. ¡Te dejará completamente arruinado!


En la calle, la espada los dejará sin hijos, y en sus casas reinará el terror. Perecerán los jóvenes y las doncellas, los que aún maman y los que peinan canas.


¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!


El ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina que estaba en Ofra, la cual pertenecía a Joás, del clan de Abiezer. Su hijo Gedeón estaba trillando trigo en un lagar, para protegerlo de los madianitas.


Si permito que alguno de los tuyos continúe sirviendo en mi altar, será para arruinarte la vista y abatirte la vida; todos tus descendientes morirán en la flor de la vida.


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