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Jueces 11:27 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

27 Yo no te he hecho ningún mal. Tú, en cambio, obras mal conmigo al librar una guerra contra mí. Que el Señor, el gran Juez, dicte hoy su sentencia en esta contienda entre israelitas y amonitas”».

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Biblia Reina Valera 1960

27 Así que, yo nada he pecado contra ti, mas tú haces mal conmigo peleando contra mí. Jehová, que es el juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Amón.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

27 Por lo tanto, yo no pequé contra ti. Más bien, tú me hiciste daño al atacarme. Que el Señor, quien es juez, decida hoy quién de nosotros tiene la razón: si Amón o Israel».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

27 Yo no te he perjudicado, así que actúas mal conmigo haciéndome la guerra. Que Yavé, el Juez, juzgue ahora entre los israelitas y los amonitas'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

27 Así que yo no he pecado contra ti, y tú haces mal conmigo al combatir contra mí. ¡YHVH, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Amón!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

27 Yo, pues, no he pecado contra ti; y en cambio, tú me haces daño al declararme la guerra. ¡Que Yahveh, el juez, juzgue hoy entre los israelitas y los amonitas!'.

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Jueces 11:27
27 Referans Kwoze  

Entonces Saray le dijo a Abram: ―¡Tú tienes la culpa de mi afrenta! Yo puse a mi esclava en tus brazos, y ahora que se ve embarazada me mira con desprecio. ¡Que el Señor juzgue entre tú y yo!


¡Lejos de ti el hacer tal cosa! ¿Matar al justo junto con el malvado, y que ambos sean tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?


¡Que el Dios de Abraham y el Dios de Najor sea nuestro juez! Entonces Jacob juró por el Dios a quien temía su padre Isaac.


Dios nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponernos a esa gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!»


Ante él cualquier hombre recto podría presentar su caso, y yo sería absuelto para siempre delante de mi juez.


Aunque yo fuera inocente, no puedo defenderme; de mi juez solo puedo pedir misericordia.


El cielo proclama la justicia divina: ¡Dios mismo es el juez! Selah


Dios es un juez justo, un Dios que en todo tiempo manifiesta su enojo.


sino que es Dios el que juzga: a unos humilla y a otros exalta.


Levántate, oh Dios, y juzga a la tierra, pues tuyas son todas las naciones.


Levántate, Juez de la tierra, y dales su merecido a los soberbios.


Canten delante del Señor, que ya viene a juzgar la tierra. Y juzgará al mundo con justicia, a los pueblos con equidad.


Alégrate, joven, en tu juventud; deja que tu corazón disfrute de la adolescencia. Sigue los impulsos de tu corazón y responde al estímulo de tus ojos, pero ten en cuenta que Dios te juzgará por todo esto.


Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto.


¿Por qué? ¿Porque no los amo? ¡Dios sabe que sí!


Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo.


Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida.


a la iglesia de los primogénitos inscritos en el cielo. Os habéis acercado a Dios, el juez de todos; a los espíritus de los justos que han llegado a la perfección;


Sin embargo, el rey de los amonitas no prestó atención al mensaje que le envió Jefté.


»El Señor destrozará a sus enemigos; desde el cielo lanzará truenos contra ellos. El Señor juzgará los confines de la tierra, fortalecerá a su rey y enaltecerá el poder de su ungido».


¡Que el Señor juzgue entre nosotros dos! ¡Y que el Señor me vengue de ti! Pero mi mano no se alzará contra ti.


Como dice el antiguo refrán: “De los malos, la maldad”; por eso mi mano jamás se alzará contra ti.


¡Que sea el Señor quien juzgue y dicte la sentencia entre nosotros dos! ¡Que examine mi causa, y me defienda y me libre de ti!»


Cuando David terminó de hablar, Saúl le preguntó: ―David, hijo mío, ¡pero si eres tú quien me habla! Y alzando la voz, se echó a llorar.


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