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Jeremías 6:26 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

26 Vístete de luto, pueblo mío; revuélcate en las cenizas. Llora amargamente, como lo harías por tu primogénito, porque nos cae por sorpresa el que viene a destruirnos.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

26 Hija de mi pueblo, cíñete de cilicio, y revuélcate en ceniza; ponte luto como por hijo único, llanto de amarguras; porque pronto vendrá sobre nosotros el destruidor.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

26 Oh, pueblo mío, vístete de tela áspera y siéntate entre las cenizas. Laméntate y llora amargamente, como el que pierde a un hijo único. ¡Pues los ejércitos destructores caerán de sorpresa sobre ti!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

26 Hija de mi pueblo, vístete con sacos, revuélcate en la ceniza, colócate luto como por un hijo único, llora amargamente, porque de repente cae sobre nosotros el que nos va a destruir.

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La Biblia Textual 3a Edicion

26 ¡Cíñete con saco° y revuélcate en la ceniza, Oh hija de mi pueblo! Haz duelo como por un hijo único, Lamento de gran amargura, Porque viene súbitamente el destructor sobre nosotros.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

26 Hija de mi pueblo, cíñete de saco, revuélcate en el polvo; haz duelo como por hijo único, una lamentación amarguísima, pues de improviso vendrá el devastador contra nosotros.

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Jeremías 6:26
42 Referans Kwoze  

y fue a sentarse sola a cierta distancia, pues pensaba: «No quiero ver morir al niño». En cuanto ella se sentó, comenzó a llorar desconsoladamente.


Sus oídos perciben sonidos espantosos; cuando está en paz, los salteadores lo atacan.


Y Job, sentado en medio de las cenizas, tomó un pedazo de teja para rascarse constantemente.


En aquel día el Señor, el Señor Todopoderoso, los llamó a llorar y a lamentarse, a raparse la cabeza y a hacer duelo.


Por eso dije: «Apartaos de mí; voy a llorar amargamente. No insistáis en consolarme: ¡la hija de mi pueblo ha sido destruida!»


Habrá pestilencia en vez de perfume, soga en vez de cinturón, calvicie en vez de peinado elegante, ropa de luto en vez de trajes lujosos, vergüenza en vez de belleza.


Por eso vuestra iniquidad se alzará frente a vosotros como un muro alto y agrietado, a punto de derrumbarse: ¡de repente, en un instante, se desplomará!


Mujeres despreocupadas, ¡estremeceos! Vosotras, que os sentís tan confiadas, ¡poneos a temblar! Desvestíos, desnudaos; poneos ropa de luto.


Sobre todas las lomas del desierto vinieron depredadores. La espada del Señor destruirá al país de un extremo al otro, y para nadie habrá paz.


Pero, si no obedecéis, lloraré en secreto a causa de vuestro orgullo; mis ojos llorarán amargamente y se desharán en lágrimas, porque el rebaño del Señor será llevado al cautiverio.


»Tú les dirás lo siguiente: »“Que corran lágrimas de mis ojos día y noche, sin cesar, porque la virginal hija de mi pueblo ha sufrido una herida terrible, ¡un golpe muy duro!


Haré que sus viudas sean más numerosas que la arena de los mares; en pleno día enviaré destrucción contra las madres de los jóvenes. De repente haré que caigan sobre ellas la angustia y el pavor.


¡Que se oigan los gritos desde sus casas, cuando de repente mandes contra ellos una banda de asaltantes! Han cavado una fosa para atraparme, y han puesto trampas a mi paso.


«Así dice el Señor: »“Hemos escuchado un grito de espanto; no hay paz, sino terror.


En aquel tiempo se les dirá a este pueblo y a Jerusalén: «Desde las estériles lomas del desierto sopla un viento abrasador en dirección a la capital de mi pueblo. No es el viento que sirve para aventar ni para limpiar el trigo;


Un desastre llama a otro desastre; todo el país está devastado. De repente fueron destruidos los pabellones y las tiendas donde habito.


Por esto, vestíos de luto, lamentaos y gemid, porque la ardiente ira del Señor no se ha apartado de nosotros.


Curan por encima la herida de mi pueblo, y les desean: “¡Paz, paz!”, cuando en realidad no hay paz.


El clamor de mi pueblo se levanta desde todos los rincones del país: «¿Acaso no está el Señor en Sión? ¿No está allí su rey?» «¿Por qué me provocan con sus ídolos, con sus dioses inútiles y extraños?»


Por la herida de mi pueblo estoy herido; estoy de luto, el terror se apoderó de mí.


¡Ojalá mi cabeza fuera un manantial, y mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar de día y de noche por los muertos de mi pueblo!


Lloraré y gemiré por las montañas, haré lamentos por las praderas del desierto, porque están desoladas: ya nadie las transita ni se escuchan los mugidos del ganado. Desde las aves del cielo hasta los animales del campo, todos han huido.


»Todo esto me hace llorar; los ojos se me nublan de llanto. No tengo cerca a nadie que me consuele; no tengo a nadie que me reanime. Mis hijos quedaron abandonados porque el enemigo salió victorioso».


Amargas lágrimas derrama por las noches; corre el llanto por sus mejillas. No hay entre sus amantes uno solo que la consuele. Todos sus amigos la traicionaron; se volvieron sus enemigos.


El llanto me consume los ojos; siento una profunda agonía. Estoy con el ánimo por los suelos porque mi pueblo ha sido destruido. Niños e infantes desfallecen por las calles de la ciudad.


Me ha estrellado contra el suelo; me ha hecho morder el polvo.


Ríos de lágrimas corren por mis mejillas porque ha sido destruida la capital de mi pueblo.


Con sus manos, mujeres compasivas cocinaron a sus propios hijos, y esos niños fueron su alimento cuando Jerusalén fue destruida.


Hasta los chacales ofrecen las ubres y dan leche a sus cachorros, pero Jerusalén ya no tiene sentimientos; ¡es como los avestruces del desierto!


Más grande que los pecados de Sodoma es la iniquidad de Jerusalén; ¡fue derribada en un instante, y nadie le tendió la mano!


Convertiré en luto vuestras fiestas religiosas, y en cantos fúnebres todas vuestras canciones. Os vestiré de luto y os afeitaré la cabeza. Será como si lloraseis la muerte de un hijo único, y terminaréis el día en amargura.


Cuando el rey de Nínive se enteró del mensaje, se levantó de su trono, se quitó su manto real, hizo duelo y se cubrió de ceniza.


Sobre la casa real de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de súplica, y entonces pondrán sus ojos en mí. Harán lamentación por el que traspasaron, como quien hace lamentación por su hijo único; llorarán amargamente, como quien llora por su primogénito.


Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población.


Reconoced vuestras miserias, llorad y lamentaos. Que vuestra risa se convierta en llanto, y vuestra alegría, en tristeza.


Ahora escuchad, vosotros los ricos: ¡llorad a gritos por las calamidades que se os vienen encima!


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