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Jeremías 23:9 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

9 En cuanto a los profetas: Se me parte el corazón en el pecho y se me estremecen los huesos. Por causa del Señor y de sus santas palabras, hasta parezco un borracho, alguien dominado por el vino.

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Biblia Reina Valera 1960

9 A causa de los profetas mi corazón está quebrantado dentro de mí, todos mis huesos tiemblan; estoy como un ebrio, y como hombre a quien dominó el vino, delante de Jehová, y delante de sus santas palabras.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Mi corazón está destrozado debido a los falsos profetas, y me tiemblan los huesos. Me tambaleo como un borracho, como alguien dominado por el vino, debido a las santas palabras que el Señor ha pronunciado contra ellos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Para los profetas. Se me parte el corazón en mi pecho, tiemblo de pies a cabeza; quedo como un borracho que ha volteado el vino, al ver a Yavé y oír sus santas palabras:'

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 A los profetas: Mi corazón está quebrantado dentro de mí, Y todos mis huesos se estremecen. He venido a ser como un ebrio, Como un hombre vencido por el vino, A causa de YHVH, Y a causa de sus santas palabras.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Sobre los profetas. Se me rompe el corazón dentro de mí, tiemblan todos mis huesos; estoy como un hombre borracho, como uno a quien rindió el vino, por causa de Yahveh y de sus santas palabras:

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Jeremías 23:9
21 Referans Kwoze  

Has sometido a tu pueblo a duras pruebas; nos diste a beber un vino embriagador.


Los insultos me han destrozado el corazón; para mí ya no hay remedio. Busqué compasión, y no la hubo; busqué consuelo, y no lo hallé.


¡Ay de la altiva corona de los borrachos de Efraín, de la flor marchita de su gloriosa hermosura, que está sobre la cumbre de un valle fértil! ¡Ay de los abatidos por el vino!


Perded el juicio, quedaos pasmados, perded la vista, quedaos ciegos; embriagaos, pero no con vino; tambaleaos, pero no por el licor.


Por eso, escucha esto, tú que estás afligida; que estás ebria, pero no de vino.


Entonces grité: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!»


Si digo: «No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre», entonces su palabra en mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos. He hecho todo lo posible por contenerla, pero ya no puedo más.


Terminada la lectura, se miraron temerosos unos a otros y le dijeron: ―Tenemos que informar de todo esto al rey.


Los profetas profieren mentiras, los sacerdotes gobiernan a su antojo, ¡y mi pueblo tan campante! Pero ¿qué vais a hacer vosotros cuando todo haya terminado?


La aflicción me abruma; mi corazón desfallece.


¡Ojalá mi cabeza fuera un manantial, y mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar de día y de noche por los muertos de mi pueblo!


Me ha llenado de amargura, me ha hecho beber hiel.


Así dice el Señor omnipotente: “¡Ay de los profetas insensatos que, sin haber recibido ninguna visión, siguen su propia inspiración!


y le dijo: «Recorre la ciudad de Jerusalén, y coloca una señal en la frente de quienes giman y hagan lamentación por todos los actos detestables que se cometen en la ciudad».


Matad a viejos y a jóvenes, a muchachas, niños y mujeres; comenzad en el templo, y no dejéis a nadie con vida. Pero no toquéis a los que tengan la señal». Y aquellos hombres comenzaron a matar a los viejos que estaban frente al templo.


»Yo, Daniel, quedé exhausto, y durante varios días guardé cama. Luego me levanté para seguir atendiendo los asuntos del reino. Pero la visión me dejó pasmado, pues no lograba comprenderla».


Al oírlo, se estremecieron mis entrañas; a su voz, me temblaron los labios; la carcoma me caló en los huesos, y se me aflojaron las piernas. Pero yo espero con paciencia el día en que la calamidad vendrá sobre la nación que nos invade.


En otro tiempo yo tenía vida aparte de la ley; pero, cuando vino el mandamiento, cobró vida el pecado y yo morí.


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