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Jeremías 20:18 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

18 ¿Por qué tuve que salir del vientre solo para ver problemas y aflicción, y para terminar mis días en vergüenza?

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

18 ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

18 ¿Por qué habré nacido? Mi vida entera se ha llenado de dificultades, de dolor y de vergüenza.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 ¿Para qué, pues, salí de sus entrañas? ¿Para vivir angustia y tormento y acabar mis días en la humillación?

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 ¿Para qué salí del vientre para ver aflicción y dolor, Y acabar mis días en vergüenza?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

18 ¿Por qué salí del seno, para ver dolor y pena y para que mis días se vayan consumiendo en la vergüenza?

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Jeremías 20:18
27 Referans Kwoze  

y caminó todo un día por el desierto. Llegó adonde había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse. «¡Estoy harto, Señor! —protestó—. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados».


»Pocos son los días, y muchos los problemas, que vive el hombre nacido de mujer.


»¡Si al menos me ocultaras en el sepulcro y me escondieras hasta que pase tu enojo! ¡Si al menos me pusieras un plazo, y luego me recordaras!


»¿Por qué permite Dios que los abatidos vean la luz? ¿Por qué se les da vida a los amargados?


con todo, el hombre nace para sufrir, tan cierto como que las chispas vuelan.


Pues mis días se desvanecen como el humo, los huesos me arden como brasas.


Tú bien sabes cómo me insultan, me avergüenzan y denigran; sabes quiénes son mis adversarios.


Desde la planta del pie hasta la coronilla no les queda nada sano: todo en ellos es heridas, moretones y llagas abiertas, que no les han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite.


»Escuchadme, vosotros que conocéis lo que es recto; pueblo que lleva mi ley en su corazón: No temáis el reproche de los hombres, ni os desalentéis por sus insultos,


¡Ay de mí, madre mía, que me diste a luz como hombre de contiendas y disputas contra toda la nación! No he prestado ni me han prestado, pero todos me maldicen.


¿Por qué no cesa mi dolor? ¿Por qué es incurable mi herida? ¿Por qué se resiste a sanar? ¿Serás para mí un torrente engañoso de aguas no confiables?


¡Acostémonos en nuestra vergüenza, y que nos cubra nuestra desgracia! ¡Nosotros y nuestros antepasados hemos pecado contra el Señor nuestro Dios! Desde nuestra juventud y hasta el día de hoy, no hemos obedecido al Señor nuestro Dios».


La aflicción me abruma; mi corazón desfallece.


«Fijaos vosotros, los que pasáis por el camino: ¿Acaso no os importa? ¿Dónde hay un sufrimiento como el mío, como el que el Señor me ha hecho padecer, como el que el Señor lanzó sobre mí en el día de su furor?


Yo soy aquel que ha sufrido la aflicción bajo la vara de su ira.


¿Por qué me haces presenciar calamidades? ¿Por qué debo contemplar el sufrimiento? Veo ante mis ojos destrucción y violencia; surgen riñas y abundan las contiendas.


Ciertamente os aseguro que lloraréis de dolor, mientras que el mundo se alegrará. Os pondréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.


Así pues, los apóstoles salieron del Consejo, llenos de gozo por haber sido considerados dignos de sufrir afrentas por causa del Nombre.


Por ese motivo padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado.


Necesitáis perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, recibáis lo que él ha prometido.


Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles.


Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.


Por lo tanto, salgamos a su encuentro fuera del campamento, llevando la deshonra que él llevó,


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