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Isaías 6:8 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

8 Entonces oí la voz del Señor que decía: ―¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Y respondí: ―Aquí estoy. ¡Envíame a mí!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Después oí que el Señor preguntaba: «¿A quién enviaré como mensajero a este pueblo? ¿Quién irá por nosotros?». —Aquí estoy yo —le dije—. Envíame a mí.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Y oí la voz del Señor que decía: '¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?' Y respondí: 'Aquí me tienes, mándame a mí.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Entonces oí la voz de Adonay que decía: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Y dije: ¡Heme aquí, envíame a mí!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Yo oí la voz del Señor, que decía: '¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?'. Aquí estoy yo -respondí-, envíame.

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Isaías 6:8
23 Referans Kwoze  

y dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo».


Será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos».


Pasado cierto tiempo, Dios puso a prueba a Abraham y le dijo: ―¡Abraham! ―Aquí estoy —respondió.


pero en ese momento el ángel del Señor le gritó desde el cielo: ―¡Abraham! ¡Abraham! ―Aquí estoy —respondió.


Y dijo: «El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también tome del fruto del árbol de la vida, y lo coma y viva para siempre».


Saúl se volvió y, al verme, me llamó. Yo me puse a sus órdenes.


Y el Señor dijo: “¿Quién inducirá a Acab para que ataque a Ramot de Galaad y vaya a morir allí?” Uno sugería una cosa, y otro sugería otra.


«Me di a conocer a los que no preguntaban por mí; dejé que me hallaran los que no me buscaban. A una nación que no invocaba mi nombre le dije: “¡Aquí estoy!”


Cuando los seres avanzaban, yo podía oír el ruido de sus alas: era como el estruendo de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso, como el tumultuoso ruido de un campamento militar. Cuando se detenían, replegaban sus alas.


El ruido de las alas de los querubines llegaba hasta el atrio exterior, y era semejante a la voz del Dios Todopoderoso.


Después oí que Dios clamaba con fuerte voz: «¡Acercaos, verdugos de la ciudad, cada uno con vuestra arma destructora en la mano!»


Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.


Pero el Señor me replicó: “Vete; yo te enviaré lejos, a los gentiles”».


»Así que, rey Agripa, no fui desobediente a esa visión celestial.


Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía: ―Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?


Aunque soy el más insignificante de todos los santos, recibí esta gracia de predicar a las naciones las incalculables riquezas de Cristo,


El Señor llamó a Samuel, y este respondió: ―Aquí estoy.


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