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Isaías 31:3 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

3 Los egipcios, en cambio, son hombres y no dioses; sus caballos son carne y no espíritu. Cuando el Señor extienda su mano, tropezará el que presta ayuda y caerá el que la recibe. ¡Todos juntos perecerán!

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Biblia Reina Valera 1960

3 Y los egipcios hombres son, y no Dios; y sus caballos carne, y no espíritu; de manera que al extender Jehová su mano, caerá el ayudador y caerá el ayudado, y todos ellos desfallecerán a una.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 ¡Pues estos egipcios son simples seres humanos; no son Dios! Sus caballos son solo carne, no espíritus poderosos. Cuando el Señor levante el puño contra ellos, quienes los ayudan tropezarán, y aquellos que reciben ayuda caerán; todos caerán y morirán juntos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 El egipcio es un hombre y no es Dios y sus caballos son carne, y no espíritu. Al primer golpe que Yavé les pegue, vacilará el protector y caerá quien buscaba protección; juntos perecerán.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Los egipcios son hombres y no dioses, Sus caballos son carne y no espíritu. YHVH extenderá su mano y el protector tropezará, Y caerá el protegido, y ambos perecerán, Pues así me ha dicho YHVH:

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Los egipcios son hombres, no dioses; sus caballos son carne, no espíritu. Cuando Yahveh extienda su mano, tropezará el ayudador, caerá el ayudado, y todos ellos a la vez perecerán.

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Isaías 31:3
25 Referans Kwoze  

Él se apoya en la fuerza humana, mientras que nosotros contamos con el Señor nuestro Dios, quien nos brinda su ayuda y pelea nuestras batallas». Al oír las palabras de Ezequías, rey de Judá, el pueblo se tranquilizó.


Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre.


Vana esperanza de victoria es el caballo; a pesar de su mucha fuerza, no puede salvar.


Infúndeles terror, Señor; ¡que los pueblos sepan que son simples mortales! Selah


¿Qué vais a hacer cuando debáis rendir cuentas, cuando llegue desde lejos la tormenta? ¿A quién acudiréis en busca de ayuda? ¿En dónde dejaréis vuestras riquezas?


así también, para vergüenza de Egipto, el rey de Asiria llevará desnudos y descalzos, y con las nalgas al aire, a los cautivos de Egipto y a los desterrados de Cus, lo mismo jóvenes que viejos.


En aquel día los habitantes de esta costa dirán: “Fijaos, ahí tenéis a los que eran nuestra esperanza, ¡aquellos a quienes acudíamos en busca de ayuda, para que nos libraran del rey de Asiria! Y ahora, ¿cómo podremos escapar?”»


Os resistís y decís: “Huiremos a caballo”. ¡Por eso, así tendréis que huir! Decís: “Cabalgaremos sobre caballos veloces”. ¡Por eso, veloces serán vuestros perseguidores!


todos quedarán avergonzados por culpa de un pueblo que les resulta inútil, que no les brinda ninguna ayuda ni provecho, sino solo vergüenza y frustración».


La ayuda de Egipto no sirve para nada; por eso la llamo: «Rahab, la inmóvil».


Mira, tú confías en Egipto, ¡ese bastón de caña astillada, que traspasa la mano y hiere al que se apoya en él! Porque eso es el faraón, el rey de Egipto, para todos los que en él confían.


¿Cómo podrás rechazar el ataque de uno solo de los funcionarios más insignificantes de mi señor, si confías en obtener de Egipto carros de combate y jinetes?


Por eso no se complacerá el Señor en los jóvenes, ni se apiadará de huérfanos y viudas, porque todos ellos son impíos y malvados; sus labios profieren necedades. A pesar de todo esto, la ira de Dios no se ha aplacado; ¡su mano aún sigue extendida!


Tú me has rechazado, te has vuelto atrás —afirma el Señor—. Extenderé mi mano contra ti, y te destruiré; estoy cansado de tener compasión de ti.


Así dice el Señor: «¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor!


«Hijo de hombre, adviértele al rey de Tiro que así dice el Señor omnipotente: »“En la intimidad de tu arrogancia dijiste: ‘Yo soy un dios. Me encuentro en alta mar sentado en un trono de dioses’. ¡Pero tú no eres un dios, aunque te creas que lo eres! ¡Tú eres un simple mortal!


Y aun así, en presencia de tus verdugos, ¿te atreverás a decir: ¡Soy un dios!? ¡Pues en manos de tus asesinos no serás un dios, sino un simple mortal!


El arquero no resistirá, ni escapará con vida el ágil de piernas, ni se salvará el que monta a caballo.


Dejadlos; son guías ciegos. Y, si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en un hoyo.


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