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Hechos 9:17 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

17 Ananías se fue y, cuando llegó a la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo».

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Biblia Reina Valera 1960

17 Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 Así que Ananías fue y encontró a Saulo, puso sus manos sobre él y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, quien se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 Salió Ananías, entró en la casa y le impuso las manos diciendo: 'Hermano Saulo, el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 Entonces Ananías fue y entró en la casa, y después de imponerle las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, quien se te apareció° en el camino por donde venías, me ha enviado para que recuperes la vista y seas lleno del Espíritu Santo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 Partió, pues, Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: 'Hermano Saulo, el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino que traías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo'.

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Hechos 9:17
36 Referans Kwoze  

No obstante, José insistió: ―¡Acercaos! Cuando ellos se acercaron, él añadió: ―Yo soy José, vuestro hermano, a quien vendisteis a Egipto.


Llevaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban.


suplicándole con insistencia: ―Mi hijita se está muriendo. Ven y pon tus manos sobre ella para que sane y viva.


En efecto, no pudo hacer allí ningún milagro, excepto sanar a unos pocos enfermos al imponerles las manos.


Tan pronto como Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Elisabet, llena del Espíritu Santo,


Entonces su padre Zacarías, lleno del Espíritu Santo, profetizó:


»Y tú, hijito mío, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para prepararle el camino.


¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas, y tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!”


Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado”».


Hoy os ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.


Dios envió su mensaje al pueblo de Israel, anunciando las buenas nuevas de la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos.


Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron.


Y los discípulos quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.


Cuando Pablo les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar.


Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.


Al oírlo, alabaron a Dios. Luego dijeron a Pablo: «Ya ves, hermano, cuántos miles de judíos han creído, y todos ellos siguen aferrados a la ley.


Entonces pregunté: “¿Quién eres, Señor?” “Yo soy Jesús, a quien tú persigues —me contestó el Señor—.


Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno.


Los presentaron a los apóstoles, quienes oraron y les impusieron las manos.


Entonces Pedro y Juan les impusieron las manos, y ellos recibieron el Espíritu Santo.


Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas, y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado;


Por tanto, aceptaos mutuamente, así como Cristo os aceptó a vosotros para gloria de Dios.


El primer hombre era del polvo de la tierra; el segundo hombre, del cielo.


y, por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí.


¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús nuestro Señor? ¿No sois vosotros el fruto de mi trabajo en el Señor?


Ejercita el don que recibiste mediante profecía, cuando los ancianos te impusieron las manos.


No te apresures a imponerle las manos a nadie, no sea que te hagas cómplice de pecados ajenos. Consérvate puro.


Por eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos.


ya no como a esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido, muy especial para mí, pero mucho más para ti, como persona y como hermano en el Señor.


la instrucción sobre bautismos, la imposición de manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.


Tened presente que la paciencia de nuestro Señor significa salvación, tal como os escribió también nuestro querido hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le dio.


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