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Hechos 8:2 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

2 Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

2 Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 (Con profundo dolor, unos hombres consagrados enterraron a Esteban).

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron un gran duelo por él.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Y unos varones piadosos sepultaron a Esteban, e hicieron gran llanto por él.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran luto por él.

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Hechos 8:2
19 Referans Kwoze  

y murió en Quiriat Arbá, es decir, en la ciudad de Hebrón, en la tierra de Canaán. Abraham hizo duelo y lloró por ella.


También salieron con él carros y jinetes, formando así un cortejo muy grande.


David ordenó a Joab y a todos los que estaban con él: «Rasgaos las vestiduras, vestíos de luto, y haced duelo por Abner». El rey David en persona marchó detrás del féretro,


Ezequías murió y fue sepultado con sus antepasados en la parte superior del panteón de los descendientes de David. Todos los habitantes de Judá y de Jerusalén le rindieron honores. Y su hijo Manasés le sucedió en el trono.


Jeremías compuso un lamento por la muerte de Josías; además, hasta este día todos los cantores y las cantoras aluden a Josías en sus cantos fúnebres. Estos cantos, que se han hecho populares en Israel, forman parte de las Lamentaciones.


No lloréis por el que está muerto, ni hagáis lamentaciones por él. Llorad más bien por el exiliado, por el que nunca volverá ni verá más la tierra en que nació.


Por eso, así dice el Señor acerca de Joacim hijo de Josías, rey de Judá: «Nadie lamentará su muerte ni gritará: “¡Ay, mi hermano! ¡Ay, mi hermana!” Nadie lamentará su muerte ni gritará: “¡Ay, señor! ¡Ay, Majestad!”


Y, cuando el pueblo se enteró de que Aarón había muerto, lo lloró treinta días.


Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cuerpo y le dieron sepultura.


Ahora bien, en Jerusalén había un hombre llamado Simeón, que era justo y devoto, y aguardaba con esperanza la redención de Israel. El Espíritu Santo estaba con él


Él y toda su familia eran devotos y temerosos de Dios. Realizaba muchas obras de beneficencia para el pueblo de Israel y oraba a Dios constantemente.


Estaban de visita en Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones de la tierra.


Y Saulo estaba allí, dando su aprobación a la muerte de Esteban. Aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén, y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria.


Saulo, por su parte, causaba estragos en la iglesia: entrando de casa en casa, arrastraba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.


Durante treinta días, los israelitas lloraron a Moisés en las llanuras de Moab, guardando así el tiempo de luto acostumbrado.


Ya Samuel había muerto. Todo Israel había hecho duelo por él, y lo habían enterrado en Ramá, que era su propio pueblo. Saúl, por su parte, había expulsado del país a los adivinos y a los hechiceros.


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