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Hageo 2:22 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

22 Volcaré los tronos reales y haré pedazos el poderío de los reinos del mundo. Volcaré los carros con sus conductores, y caerán caballos y jinetes, y estos se matarán a espada unos a otros.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

22 y trastornaré el trono de los reinos, y destruiré la fuerza de los reinos de las naciones; trastornaré los carros y los que en ellos suben, y vendrán abajo los caballos y sus jinetes, cada cual por la espada de su hermano.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

22 Derrocaré los tronos reales y destruiré el poder de los reinos de las naciones. Volcaré sus carros de guerra, los caballos caerán y los jinetes se matarán unos a otros.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

22 Derribaré los tronos de los reyes y destruiré el poderío de las naciones. Volcaré al carro con su conductor; rodarán por el suelo los caballos y sus jinetes. Se matarán unos a otros.

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La Biblia Textual 3a Edicion

22 Trastornaré el trono de los reinos y haré que sea destruida la potencia de los reinos de las naciones. Volcaré carros y aurigas, y caerán caballos y jinetes, cada uno por la espada de su propio hermano.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

22 derribaré los tronos de los reinos y destruiré el poder de los reinos de las naciones; volcaré el carro y a quien le monta: caerán por tierra los caballos y sus jinetes, cada uno por la espada de su hermano.

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Hageo 2:22
38 Referans Kwoze  

Las naciones y las ciudades se destrozaban unas a otras, porque Dios las castigaba con toda clase de calamidades.


Tan pronto como empezaron a entonar este cántico de alabanza, el Señor puso emboscadas contra los amonitas, los moabitas y los del monte de Seír que habían venido contra Judá, y los derrotó.


De hecho, los amonitas y los moabitas atacaron a los habitantes de los montes de Seír y los mataron hasta aniquilarlos. Después de exterminar a los habitantes de Seír, ellos mismos se atacaron y se mataron unos a otros.


Ha puesto fin a las guerras en todos los confines de la tierra; ha quebrado los arcos, ha destrozado las lanzas, ha arrojado los carros al fuego.


Cuando tú, Dios de Jacob, los reprendiste, quedaron pasmados jinetes y corceles.


Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, para que os persigan. ¡Voy a cubrirme de gloria a costa del faraón y de su ejército, y de sus carros y jinetes!


Al recobrar las aguas su estado normal, se tragaron todos los carros y jinetes del faraón, y a todo el ejército que había entrado al mar para perseguir a los israelitas. Ninguno de ellos quedó con vida.


Cuando los caballos y los carros del faraón entraron en el mar con sus jinetes, el Señor hizo que las aguas se les vinieran encima. Los israelitas, sin embargo, cruzaron el mar sobre tierra seca.


El Señor arrojó al mar los carros y el ejército del faraón. Los mejores oficiales egipcios se ahogaron en el Mar Rojo.


«Incitaré a egipcio contra egipcio; luchará hermano contra hermano, amigo contra amigo, ciudad contra ciudad, reino contra reino.


La nación o el reino que no te sirva perecerá; quedarán arruinados por completo.


Por la ira del Señor Todopoderoso arderá en fuego la tierra. Y el pueblo será pasto del fuego. ¡Nadie se compadecerá de su hermano!


¡Ruinas, ruinas, todo lo convertiré en ruinas! Esto no sucederá hasta que venga aquel a quien le asiste el derecho, y a quien le pediré que establezca la justicia.


Todos los príncipes del mar descenderán de sus tronos, se quitarán los mantos y se despojarán de las vestiduras bordadas. Llenos de pánico se sentarán en el suelo; espantados por tu condición temblarán sin cesar,


En todos los montes convocaré a la guerra contra Gog, y la espada de cada cual se volverá contra su prójimo —afirma el Señor—.


En mi mesa se hartarán de caballos y de jinetes, de guerreros valientes y de toda clase de soldados. Yo, el Señor, lo afirmo.


Con su astucia propagará el engaño, creyéndose un ser superior. Destruirá a mucha gente que creía estar segura, y se enfrentará al Príncipe de los príncipes, pero será destruido sin intervención humana.


El arquero no resistirá, ni escapará con vida el ágil de piernas, ni se salvará el que monta a caballo.


Esto afirma el Señor: «En aquel día exterminaré tu caballería, y destruiré tus carros de guerra.


con ira y con furor me vengaré de las naciones que no me obedecieron».


Será el remanente de Jacob entre las naciones, en medio de muchos pueblos, como un león entre los animales del bosque, como un cachorro entre las ovejas del rebaño, que al pasar las pisotea y las desgarra, sin que nadie pueda rescatarlas.


Levantarás la mano contra tus enemigos, y acabarás con todos tus agresores.


Las naciones verán tus maravillas y se avergonzarán de toda su prepotencia; se llevarán la mano a la boca y sus oídos se ensordecerán.


Esperadme, por tanto, hasta el día en que me levante a buscar el botín —afirma el Señor—, porque he decidido reunir a las naciones y juntar a los reinos para derramar sobre ellos mi indignación, toda mi ardiente ira. En el fuego de mi celo será toda la tierra consumida.


Cruzarán el mar de la angustia, pero yo heriré sus olas, y las profundidades del Nilo se secarán. Abatiré el orgullo de Asiria, y pondré fin al dominio de Egipto.


Juntos serán como héroes que combaten sobre el lodo de las calles, que luchan contra jinetes y los derriban porque el Señor está con ellos.


»En aquel día me dispondré a destruir a todas las naciones que ataquen a Jerusalén.


Entonces saldrá el Señor y peleará contra aquellas naciones, como cuando pelea en el día de la batalla.


Así que el ángel me dijo: «Esta es la palabra del Señor para Zorobabel: »“No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu —dice el Señor Todopoderoso—.


Destruirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén. Quebrará el arco de combate y proclamará paz a las naciones. Su dominio se extenderá de mar a mar, ¡desde el río Éufrates hasta los confines de la tierra!


Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes.


Tocó el séptimo ángel su trompeta, y en el cielo resonaron fuertes voces que decían: «El reino del mundo ha pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos».


Al sonar las trescientas trompetas, el Señor hizo que los hombres de todo el campamento se atacaran entre sí con sus espadas. El ejército huyó hasta Bet Sitá, en dirección a Zererá, hasta la frontera de Abel Mejolá, cerca de Tabat.


Desde Guibeá de Benjamín, los centinelas de Saúl podían ver que el campamento huía en desbandada.


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