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Habacuc 3:13 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

13 Saliste a liberar a tu pueblo, saliste a salvar a tu ungido. Aplastaste al rey de la perversa dinastía, ¡lo desnudaste de pies a cabeza! Selah

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

13 Saliste para socorrer a tu pueblo, Para socorrer a tu ungido. Traspasaste la cabeza de la casa del impío, Descubriendo el cimiento hasta la roca. Selah

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Biblia Nueva Traducción Viviente

13 Saliste a rescatar a tu pueblo elegido, a salvar a tus ungidos. Aplastaste las cabezas de los perversos y descarnaste sus huesos de pies a cabeza.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

13 Pues llegas en socorro de tu pueblo, para salvar a tu ungido. Al opresor le rompes la cabeza y lo arrasas hasta sus cimiento.

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La Biblia Textual 3a Edicion

13 Has salido en socorro de tu pueblo, para salvar a tu ungido. Destrozas el techo de la casa del impío Y desnudas su cimiento hasta la roca. Selah

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

13 Saliste para salvar a tu pueblo, para salvar a tu ungido. Aplastas el techo de la casa del impío, descubres sus cimientos hasta la roca. Selah

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Habacuc 3:13
26 Referans Kwoze  

Entonces David fue a Baal Perasín, y allí los derrotó. Por eso aquel lugar se llama Baal Perasín, pues David dijo: «El Señor ha abierto brechas a mi paso entre mis enemigos, así como se abren brechas en el agua».


«No toquéis a mis ungidos; no hagáis daño a mis profetas».


Envió a su siervo Moisés, y a Aarón, a quien había escogido,


Juzgará a las naciones y amontonará cadáveres; aplastará cabezas en toda la tierra.


Señor, acuérdate de los edomitas el día en que cayó Jerusalén. «¡Arrasadla —gritaban—, arrasadla hasta sus cimientos!»


Ahora sé que el Señor salvará a su ungido, que le responderá desde su santo cielo y con su poder le dará grandes victorias.


El Señor es la fortaleza de su pueblo, y un baluarte de salvación para su ungido.


Cuando saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, cuando a través de los páramos marchaste, Selah


Por medio de Moisés y de Aarón guiaste como un rebaño a tu pueblo.


Moisés y Aarón se contaban entre sus sacerdotes, y Samuel, entre los que invocaron su nombre. Invocaron al Señor, y él les respondió;


Su pueblo recordó los tiempos pasados, los tiempos de Moisés: ¿Dónde está el que los guio a través del mar, como guía el pastor a su rebaño? ¿Dónde está el que puso su santo Espíritu entre ellos,


¡Ojalá rasgaras los cielos y descendieras! ¡Las montañas temblarían ante ti,


Echaré por los suelos la pared con su hermosa fachada; sus endebles cimientos quedarán al descubierto. Y, cuando caiga, vosotros pereceréis. Así sabréis que yo soy el Señor.


Vi al Señor de pie junto al altar, y él dijo: «Golpea los capiteles de las columnas para que se estremezcan los umbrales, y que caigan en pedazos sobre sus cabezas. A los que queden los mataré a espada. Ni uno solo escapará, ninguno saldrá con vida.


Mientras los amorreos huían de Israel, entre Bet Jorón y Azeca, el Señor mandó del cielo una tremenda granizada que mató a más gente de la que el ejército israelita había matado a filo de espada.


Cuando se los trajeron, Josué convocó a todo el ejército israelita y les ordenó a todos los comandantes que lo habían acompañado: «Acercaos y pisadles el cuello a estos reyes». Los comandantes obedecieron al instante.


A todos esos reyes y sus territorios Josué los conquistó en una sola expedición, porque el Señor, Dios de Israel, combatía por su pueblo.


Josué conquistó todas las ciudades de aquellos reinos junto con sus reyes; a estos mató a filo de espada, destruyéndolos por completo. Así obedeció Josué todo lo que Moisés, siervo del Señor, le había mandado.


El Señor los entregó en manos de los israelitas, quienes los atacaron y persiguieron hasta la gran ciudad de Sidón, y hasta Misrefot Mayin y el valle de Mizpa al este, y no quedaron sobrevivientes.


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