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Génesis 47:29 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

29 Cuando Israel estaba a punto de morir, mandó llamar a su hijo José y le dijo: ―Si de veras me quieres, pon tu mano debajo de mi muslo y prométeme amor y lealtad. ¡Por favor, no me entierres en Egipto!

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Biblia Reina Valera 1960

29 Y llegaron los días de Israel para morir, y llamó a José su hijo, y le dijo: Si he hallado ahora gracia en tus ojos, te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo, y harás conmigo misericordia y verdad. Te ruego que no me entierres en Egipto.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

29 Cuando se acercaba el momento de su muerte, Jacob llamó a su hijo José, y le dijo: —Te ruego que me hagas un favor. Pon tu mano debajo de mi muslo y jura que me tratarás con amor inagotable al hacer honor a esta última petición: no me entierres en Egipto;

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Biblia Católica (Latinoamericana)

29 Y cuando los días de su vida se acercaron a su fin, llamó a su hijo José y le dijo: 'Si me aprecias de veras, te ruego que coloques tu mano bajo mi muslo, y me prometas que no me sepultarás en Egipto; en esto reconoceré tu amor y fidelidad.

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La Biblia Textual 3a Edicion

29 Cuando se acercaba para Israel la hora de morir, llamó a su hijo José, y le dijo: Si he hallado gracia en tus ojos, pon ahora tu mano bajo mi muslo, y harás conmigo misericordia y verdad. Te ruego que no me entierres en Egipto.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

29 Cuando se aproximaban los días de la muerte de Israel, llamó éste a su hijo José y le dijo: 'Si cuento con tu benevolencia, pon tu mano bajo mi muslo y hazme favor y lealtad: no me entierres en Egipto.

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Génesis 47:29
28 Referans Kwoze  

Un día, Abraham le dijo al criado más antiguo de su casa, que era quien le administraba todos sus bienes: ―Pon tu mano debajo de mi muslo,


Y ahora, si deseáis mostrarle lealtad y fidelidad a mi amo, decídmelo; y, si no, decídmelo también. Así yo sabré qué hacer».


―Como te darás cuenta, ya soy muy viejo y en cualquier momento puedo morirme.


Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás».


―Ya tengo ciento treinta años —respondió Jacob—. Mis años de andar peregrinando de un lado a otro han sido pocos y difíciles, pero no se comparan con los años de peregrinaje de mis antepasados.


Finalmente, Israel le dijo a José: ―Yo estoy a punto de morir; pero Dios estará con vosotros y os hará volver a la tierra de vuestros antepasados.


Los hijos de Jacob hicieron con su padre lo que él les había pedido:


que mi padre, antes de morirse, me hizo jurar que yo lo sepultaría en la tumba que él mismo se preparó en la tierra de Canaán. Por eso le ruego encarecidamente que me permita ir a sepultar a mi padre, y luego volveré.


Así como el agua que se derrama en tierra no se puede recoger, así también todos tenemos que morir. Pero Dios no nos arrebata la vida, sino que provee los medios para que el desterrado no siga separado de él para siempre.


Tomaron luego el cuerpo de Asael y lo sepultaron en Belén, en la tumba de su padre. Toda esa noche Joab y sus hombres marcharon, y llegaron a Hebrón al amanecer.


Cuando tu vida llegue a su fin y vayas a descansar entre tus antepasados, yo pondré en el trono a uno de tus propios descendientes, y afirmaré su reino.


David ya estaba próximo a morir, así que le dio estas instrucciones a su hijo Salomón:


Si el hombre muere, ya no vuelve a la vida. Cada día de mi servicio obligatorio esperaré que llegue mi relevo.


Sé muy bien que me harás bajar al sepulcro, a la morada final de todos los vivientes.


»¿No tenemos todos una obligación en este mundo? ¿No son nuestros días como los de un asalariado?


Nadie puede salvar a nadie, ni pagarle a Dios rescate por la vida.


Nadie vive para siempre sin llegar a ver la fosa.


En la muerte nadie te recuerda; en el sepulcro, ¿quién te alabará?


¿Quién hay que viva y no muera jamás, o que pueda escapar del poder del sepulcro? Selah


El Señor le dijo a Moisés: «Ya se acerca el día de tu muerte. Llama a Josué, y preséntate con él en la Tienda de reunión para que reciba mis órdenes». Fue así como Moisés y Josué se presentaron allí.


y le dijo a Moisés: «Tú irás a descansar con tus antepasados, y muy pronto esta gente me será infiel con los dioses extraños del territorio al que van a entrar. Me rechazarán y quebrantarán el pacto que hice con ellos.


Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales.


Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio,


―¡Juramos por nuestra vida que la vuestra no correrá peligro! —contestaron ellos—. Si no nos delatas, seremos bondadosos contigo y cumpliremos nuestra promesa cuando el Señor nos entregue este país.


»Por mi parte, yo estoy a punto de ir por el camino que todo mortal transita. Vosotros bien sabéis que ninguna de las buenas promesas del Señor vuestro Dios ha dejado de cumplirse al pie de la letra. Todas se han hecho realidad, pues él no ha faltado a ninguna de ellas.


Y añadió: ―Tan cierto como que el Señor vive, que él mismo lo herirá. O le llegará la hora de morir, o caerá en batalla.


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