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2 Corintios 5:11 - Biblia Nueva Versión Internacional 2017

11 Por tanto, como sabemos lo que es temer al Señor, tratamos de persuadir a todos, aunque para Dios es evidente lo que somos, y espero que también lo sea para vuestra conciencia.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

11 Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Dado que entendemos nuestra temible responsabilidad ante el Señor, trabajamos con esmero para persuadir a otros. Dios sabe que somos sinceros, y espero que ustedes también lo sepan.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Con esa visión del temor al Señor procuramos convencer a los hombres viviendo con sinceridad ante Dios, y confío que también ustedes se den cuenta de que no disimulamos nada.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Conociendo pues el temor del Señor,° persuadimos a los hombres. Ante Dios hemos sido hechos manifiestos, y espero que también ante vuestras conciencias sea manifiesto.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Sabiendo, pues, lo que es el temor del Señor, intentamos persuadir a los hombres, pues para Dios estamos al descubierto y espero estarlo también para vuestras conciencias.

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2 Corintios 5:11
39 Referans Kwoze  

Cuando partieron, nadie persiguió a la familia de Jacob, porque un terror divino se apoderó de las ciudades vecinas.


El terror lo asalta por doquier, y anda tras sus pasos.


Siempre he sido temeroso del castigo de Dios; ¡ante su majestad no podría resistir!


Las saetas del Todopoderoso me han herido, y mi espíritu absorbe su veneno. ¡Dios ha enviado sus terrores contra mí!


¡En un instante serán destruidos, totalmente consumidos por el terror!


Tú, y solo tú, eres temido. ¿Quién puede hacerte frente cuando se enciende tu enojo?


¿Quién puede comprender el furor de tu enojo? ¡Tu ira es tan grande como el temor que se te debe!


En aquel día los egipcios parecerán mujeres. Se estremecerán de terror ante la mano amenazante que el Señor Todopoderoso agita contra ellos.


Los pecadores están aterrados en Sión; el temblor atrapa a los impíos: «¿Quién de nosotros puede habitar en el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros puede habitar en la hoguera eterna?»


¿Quién podrá enfrentarse a su indignación? ¿Quién resistirá el ardor de su ira? Su furor se derrama como fuego; ante él se resquebrajan las rocas.


No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Temed más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno.


»Aquellos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna».


Os voy a enseñar más bien a quién debéis temer: temed al que, después de dar muerte, tiene poder para echaros al infierno. Sí, a ese temed.


Abraham le dijo: “Si no hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos”».


Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos fieles acompañaron a Pablo y a Bernabé, los cuales en su conversación con ellos les instaron a perseverar en la gracia de Dios.


―Este hombre —denunciaron ellos— anda persuadiendo a la gente a adorar a Dios de una manera que va en contra de nuestra ley.


Todos los sábados discutía en la sinagoga, tratando de persuadir a judíos y a griegos.


Os consta además que el tal Pablo ha logrado persuadir a mucha gente no solo en Éfeso, sino en casi toda la provincia de Asia. Él sostiene que no son dioses los que se hacen con las manos.


El rey está familiarizado con estas cosas, y por eso hablo ante él con tanto atrevimiento. Estoy convencido de que nada de esto ignora, porque no sucedió en un rincón.


Señalaron un día para reunirse con Pablo, y acudieron en mayor número a la casa donde estaba alojado. Desde la mañana hasta la tarde estuvo explicándoles y testificándoles acerca del reino de Dios y tratando de convencerlos respecto a Jesús, partiendo de la ley de Moisés y de los profetas.


A diferencia de muchos, nosotros no somos de los que trafican con la palabra de Dios. Más bien, hablamos con sinceridad delante de él en Cristo, como enviados de Dios que somos.


Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios os exhortara a vosotros por medio de nosotros: «En nombre de Cristo os rogamos que os reconciliéis con Dios».


Nosotros, colaboradores de Dios, os rogamos que no recibáis su gracia en vano.


¿Qué busco con esto: ganarme la aprobación humana o la de Dios? ¿Pensáis que procuro agradar a los demás? Si yo buscara agradar a otros, no sería siervo de Cristo.


Someteos unos a otros, por reverencia a Cristo.


¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!


porque nuestro «Dios es fuego consumidor».


a otros, salvadlos arrebatándolos del fuego. Compadeceos de los demás, pero tened cuidado; aborreced hasta la ropa que haya sido contaminada por su cuerpo.


Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego.


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