Dios le dio la ley al pueblo de Israel. Esa ley se hizo pensando en que los sacerdotes de la familia de Leví ayudarían al pueblo a ser perfecto. Pero como aquellos sacerdotes no pudieron hacerlo, fue necesario que apareciera un sacerdote diferente: uno que no fuera descendiente del sacerdote Aarón, sino como Melquisedec.
Ese sacerdote tan distinto, del cual estamos hablando, es nuestro Señor Jesucristo. Como todos sabemos, él no pertenece a la familia de Aarón, sino a la de Judá. La ley de Moisés dice que de esa familia nadie puede ser sacerdote, y nunca un sacerdote ha salido de ella.
Todo esto son reglas que tienen que ver con comidas, bebidas y ceremonias de purificación que nos preparan para el culto. Las reglas indican lo que se debe hacer, pero no nos ayudan a cambiar nuestra manera de vivir. Esas reglas sólo servirán hasta que Dios las cambie por algo mejor. El nuevo sacrificio