12 Pues bien, hay unos judíos, a quienes Su Majestad puso al frente de la administración de la provincia de Babilonia, que no tienen el menor respeto a Su Majestad, ni adoran a los dioses ni la estatua de oro que Su Majestad ha mandado levantar. Ellos son Sadrac, Mesac y Abed-negó.
12 Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado.
12 Pues hay algunos judíos —Sadrac, Mesac y Abed-nego— a los que usted puso a cargo de la provincia de Babilonia que no le prestan atención, su majestad. Se niegan a servir a los dioses de su majestad y no rinden culto a la estatua de oro que usted ha levantado».
12 Pues bien, hay unos judíos, Sidrac, Misac y Abdénago, a quienes pusiste al frente de la administración de la provincia de Babilonia, que no han hecho caso de la orden del rey. No sirven a tus dioses ni adoran la estatua de oro que levantaste'.
12 Pero hay ciertos varones judíos, a quienes encomendaste la administración de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos hombres, oh rey, no te guardan ninguna consideración, ni adoran a tus dioses, ni han adorado la estatua de oro que hiciste erigir.
12 Pues bien, hay algunos judíos, a quienes pusiste al frente de la administración de la provincia de Babilonia, concretamente Sidrac, Misac y Abdénago, que no han tenido en cuenta tu decreto, ¡oh rey!, no veneran a tu dios y no adoran la estatua de oro que has erigido'.
Entonces dijo Amán al rey Asuero: –Entre todos los pueblos que forman las provincias del reino de Su Majestad hay uno que vive separado de los demás; tiene leyes diferentes de los otros pueblos y no cumple las órdenes de Su Majestad. No conviene a Su Majestad que ese pueblo siga viviendo en su reino.
Vi también que el mucho trabajar y el éxito en una empresa provocan la envidia de unos contra otros, y esto también es vana ilusión y querer atrapar el viento.
a quienes el jefe del servicio de palacio les cambió el nombre: a Daniel lo llamó Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac, y a Azarías, Abed-negó.
Luego el rey puso a Daniel en un alto cargo y le hizo muchos y espléndidos regalos. Además lo nombró gobernador de la provincia de Babilonia y jefe supremo de todos los sabios de aquella nación.
A petición de Daniel, el rey puso a Sadrac, Mesac y Abed-negó en importantes cargos de la administración de la provincia de Babilonia. Daniel mismo se quedó en la corte del rey.
Ahora pues, yo ordeno que se descuartice a cualquiera que hable mal del Dios de estos jóvenes, y que su casa se reduzca a un montón de escombros, sea cual sea su pueblo, nación o lengua, pues no hay otro dios que pueda salvar así.”
Entonces ellos siguieron diciendo: –Pues Daniel, uno de esos judíos desterrados, no muestra ningún respeto por Su Majestad ni por el decreto publicado, ya que le hemos visto hacer su oración tres veces al día.
Al oir esto, el rey se puso muy triste, y trató de hallar una manera de salvar a Daniel. Hasta la hora de ponerse el sol estuvo haciendo todo lo posible por salvarle,
–Os habíamos prohibido terminantemente enseñar nada relacionado con ese hombre. Y vosotros, ¿qué habéis hecho? ¡Habéis llenado toda Jerusalén con vuestras enseñanzas, y encima queréis echarnos la culpa de la muerte de ese hombre!