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Nehemías 8:3 - Biblia Castilian 2003

3 Desde el alba hasta el mediod a, estuvo leyendo el libro en la plaza que hay delante de la puerta de las Aguas en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que ten an uso de razón. Todo el pueblo ten a los o dos atentos al libro de la ley.

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Biblia Reina Valera 1960

3 Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Se puso frente a la plaza, justo dentro de la entrada de la puerta del Agua, desde temprano por la mañana hasta el mediodía y leyó en voz alta a todos los que podían entender. Todo el pueblo escuchó atentamente la lectura del libro de la ley.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Estuvo leyendo el libro desde la mañana hasta el mediodía, frente a los hombres, mujeres y niños en edad de comprender que estaban reunidos en la plaza delante de la puerta de las Aguas. Todo el pueblo prestaba mucha atención al libro de la Ley.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Y delante de la plaza que está frente a la puerta de las Aguas, leyó en él desde el amanecer hasta el mediodía, en presencia de los hombres y de las mujeres que podían entender, y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al Rollo de la Ley.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Desde el alba hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro en la plaza que hay delante de la puerta de las Aguas en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que tenían uso de razón. Todo el pueblo tenía los oídos atentos al libro de la ley.

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Nehemías 8:3
25 Referans Kwoze  

Los demás del pueblo, los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los donados y todos los que se hab an separado de la gente del pa s para seguir la ley de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, y todos los que ten an uso de razón,


En aquel tiempo se leyó el libro de Moisés al pueblo, y se halló escrito en él que los amonitas y los moabitas no podr an entrar jamás en la comunidad de Dios,


Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se congregó en la plaza que hay frente a la puerta de las Aguas y dijeron a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la ley de Moisés que Yahveh hab a impuesto a Israel.


Se le a diariamente, desde el d a primero hasta el último, el libro de la ley de Dios. La fiesta duró siete d as. Y el d a octavo tuvo lugar, según costumbre, una asamblea solemne.


Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tribuna de madera que hab an hecho al efecto; junto a él estaban: Matit as, Sema, Anan as, Ur as, Jilqu as y Maas as a su derecha; y Pedayas, Misael, Malqu as, Jasún, Jasbadaná, Zacar as y Mesulán, a su izquierda.


Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo, pues estaba en un puesto más elevado que todos los demás. Al abrirlo, todo el pueblo se puso en pie.


El mismo David lo llama 'Se or'; entonces, ¿a t tulo de qué es hijo suyo?'. El pueblo, muy numeroso, lo escuchaba con agrado.


pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus labios.


Mirad, pues, cómo escucháis: porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun aquello que parece tener se le quitará'.


Después de la lectura de la ley y de los profetas, les mandaron aviso los jefes de la sinagoga diciendo: 'Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, decidla'.


Porque los habitantes de Jerusalén y sus jefes, al condenarlo, cumplieron, sin saberlo, las palabras de los profetas que se leen cada sábado;


Porque desde hace muchas generaciones Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores que lo leen en las sinagogas todos los sábados'.


Una de ellas, por nombre Lidia, traficante en púrpuras, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, nos escuchaba atentamente y el Se or le abrió el corazón para aceptar lo que Pablo dec a.


Éstos eran de mejor condición que los de Tesalónica y recibieron con toda avidez la palabra, compulsando d a tras d a las Escrituras, para ver si era as.


Subió de nuevo, partió el pan, lo comió, continuó platicando bastante más hasta el alba y, por fin, se fue.


Congregados el primer d a de la semana para partir el pan, Pablo, que ten a la intención de marchar al d a siguiente, se puso a hablarles, y alargó la plática hasta la media noche.


Fijáronle fecha y vinieron en mayor número adonde se hospedaba. Él les expon a el reino de Dios, dando solemne testimonio de él y tratando de persuadirles sobre Jesús, a partir de la ley de Moisés y de los profetas, desde la ma ana hasta por la tarde.


Moisés escribió esta ley y se la entregó a los sacerdotes, los hijos de Lev que llevaban el arca de la alianza de Yahveh, y a todos los ancianos de Israel.


Por eso precisamente damos sin cesar gracias a Dios; porque cuando acogisteis la palabra de Dios que nosotros os anunciábamos, no la acogisteis como palabra humana, sino - como es en realidad - como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes.


No quedó disposición de cuantas hab a ordenado Moisés que no leyera Josué delante de toda la asamblea de Israel, incluidos mujeres y ni os, y los extranjeros que moraban entre ellos.


Quien tenga o dos, oiga lo que dice el Esp ritu a las Iglesias'.


El que tenga o dos, oiga lo que el Esp ritu dice a las Iglesias'.


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