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Nahúm 2:10 - Biblia Castilian 2003

10 ¡Saquead la plata! ¡Saquead el oro! Hay un tesoro inagotable, una masa inmensa de objetos preciosos.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

10 Vacía, agotada y desolada está, y el corazón desfallecido; temblor de rodillas, dolor en las entrañas, rostros demudados.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Pronto la ciudad es saqueada; queda vacía y en ruinas. Los corazones se derriten y tiemblan las rodillas. La gente queda horrorizada, con la cara pálida, temblando de miedo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Roben la plata y saqueen el oro, pues son innumerables los tesoros, verdaderos montones de objetos preciosos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 ¡Desolación, devastación y destrucción! Desfallece el corazón y se aflojan las rodillas, Los lomos se estremecen y todo rostro palidece.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 ¡Saquead la plata! ¡Saquead el oro! Hay un tesoro inagotable, una masa inmensa de objetos preciosos.

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Nahúm 2:10
24 Referans Kwoze  

La tierra era una masa informe y caótica. Hab a tiniebla sobre la faz del abismo y el hálito de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.


hacia m abren sus fauces, como león que ruge y que devora.


La convertiré en dominio del erizo y en charcas de agua, la barreré con la barredera del exterminio - oráculo de Yahveh Sebaot -.


Por eso se han llenado de convulsión mis entra as; me han acometido dolores, como dolores de parturienta. Estoy tan agobiado que no oigo, estoy tan aterrado que no veo.


Mirad a Yahveh que despuebla la tierra, la deja yerma, cambia su faz, dispersa a sus habitantes:


Preguntad, pues, y ved si dan a luz los varones. Entonces, ¿por qué veo a todo hombre con las manos en las caderas, como parturienta, y todos los rostros se alteran


Acerca de Damasco. Avergonzadas están Jamat y Arpad porque oyeron una mala noticia; como el mar se agitan, con una inquietud que no se puede calmar.


y dices: 'Yahveh, tú mismo has dicho acerca de este lugar que lo ibas a destruir, de forma que no quedara en él habitante alguno ni hombres ni animales, sino que ser a una desolación eterna'.


Por el hundimiento de la hija de mi pueblo estoy hundido, estoy triste, la consternación me sobrecoge.


'Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Jerusalén, vaticina hacia los santuarios, profetiza contra el pa s de Israel.


As dice el Se or Yahveh: 'El d a en que bajó al seol, como duelo cerré el abismo, detuve sus r os, se estancaron las aguas caudalosas. Por él oscurec el L bano y por su causa se marchitaron todos los árboles del campo.


Entonces al rey se le mudó el color del rostro, sus pensamientos le aterraron, se le relajaron las articulaciones de las caderas y sus rodillas chocaban una contra otra.


Tiemblan ante él los pueblos, todos los rostros palidecen.


¡Avanza contra ti el destructor! Vigila tú el camino, protege tus flancos, concentra toda tu energ a.


Por eso quien te vea huirá de ti, diciendo: '¡N nive ha sido destruida! ¿Quién le tendrá compasión? ¿Dónde poder hallar quien la consuele?'.


He exterminado naciones, sus torreones han sido derruidos, he dejado desiertas sus calles, no hay en ellas un solo transeúnte; están asoladas sus ciudades, ni un solo hombre queda en ellas, ni un solo habitante.


Al o rlo, se ha desmayado nuestro corazón y ya nadie tiene aliento delante de vosotros, porque Yahveh, vuestro Dios, es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra.


Los hombres de Ay les mataron unos treinta y seis hombres: los persiguieron desde delante de la puerta hasta Sebar n y los batieron en la bajada. Desmayó el corazón del pueblo y se quedó convertido en agua.


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